Dolor e incredulidad en el entierro de Lucía Vivar
El féretro blanco ha llegado a la capilla del cementerio de Alhaurín el Grande, acompañado por familiares de Lucía, y el padre destrozado en el centro tocándolo, la madre detrás arropada y sujeta por psicólogos. Sobre el féretro una capa azul de Superman. Cientos de personas han acompañado una vez más a Antonio y Almudena. El dolor y la incredulidad se mezclan tras el último adiós a Lucía. La gente sigue sin creer la hipótesis de trabajo de la Guardia Civil; que la pequeña se perdió y acabó dormida en la vía donde fue víctima de un fatal accidente. La aparición de su chupete fue el primer signo del peligro. Hoy ese lugar lo rodean peluches, velas, flores y una carta. La niña no se separaba de él a pesar de tener ya tres años, aseguran sus familiares. Sin embargo se fue en dirección opuesta. ¿Quién la adentró en las vías? ¿Se fue ella sola? Son preguntas que la Guardia Civil contestará cuando termine de preguntar a los testigos, también a los primos que jugaban con ella. No quieren creer que la niña hizo el camino sola; más de 3 kilómetros junto la vía o entre los travesaños, con desniveles, matojos, naranjales y un puente. Pero según la autopsia sus piernecitas y sus pies tienen los restos de la caminata. No hay signos de agarre en su cuerpo. Tiene grasa en el golpe de la cabeza que le causó la muerte, grasa del tren que la golpeo y están examinando para hacer un informe pericial. Fue el maquinista de ese primer tren de la mañana el que vio un bulto, junto a la vía, pero no pudo frenar a tiempo.