Las víctimas del fútbol

Esta vez es el Madrid-Liverpool, pero da igual. Los colores dejan de ser importantes cuando litros de alcohol corren por las venas de los hinchas. Caminar por las calles se hace complicado. Aparcar, imposible. Las grúas brillan por su ausencia y los coches se acumulan en hileras de hasta triple fila.

En noches como esta, no hay multa que valga. Los residentes tienen que incluir en sus planes los horarios que marca la jornada futbolera: a qué hora empieza el partido, cuánto dura, a qué hora se acaba... son datos importantes para decidir si mueven o no sus coches, si pasean o no a los perros (aturdidos por los bocinazos y los petardos) o simplemente si se van a la cama o mejor lo aplazan hasta que el Bernabeu cierre sus puertas y la afición abandone el barrio.

La suciedad es otro problema. Aunque los servicios de limpieza son tan rápidos que al finalizar el partido ya está todo impecable, durante horas las plazas, jardines e incluso portales sufren los restos del botellón... y de las vejigas hinchadas por la cerveza.

A pesar de que decenas de policías rodean el perímetro del estadio (un centenar de agentes en un partido como este, considerado de alto riesgo) las peleas y robos son frecuentes en los alrededores del Bernabeu. Nuestro equipo presencia una persecución de un madridista a un aficionado del Liverpool: el primero denuncia que el segundo le ha quitado la entrada de sus propias manos antes de salir corriendo. El del Liverpool acaba contra la pared, es cacheado y registrado por la policía, pero a las pocos minutos está de nuevo paseando por los alrededores.

El ruido,la suciedad, y la violencia son algunas de los efectos negativos del fútbol. Los vecinos que viven frente al Bernabeu nos abren las puertas de sus casas, para contárnoslo.

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