El conde de Guadalmedina le ordenó a Alatriste que protegiera al Príncipe Carlos en du afán de conocer Madrid. Lo que el soldado no sabía era que la pretensión de su nuevo cliente era entrar en el sagrado convento de las Jerónimas para ver más de cerca a la mujer con la que desea casarse cuanto antes. Un contacto totalmente prohibido por la religión católica.