Aquel 23 de febrero de 1981, los que estábamos allí, lo vivimos de distinta manera. No quiero (ni sé) hablar de política, ni analizar lo que pretendían los golpistas, ni nada por el estilo.
Sólo voy a explicar lo que estaba haciendo en aquel momento y lo que realmente me conmocionó. Como lo viví y los miedos que sentí.
Hubo un momento en que pensé que se iba a reproducir aquella nefasta guerra entre hermanos que había sesgado la vida a mis dos abuelos y que había dividido España en dos, independientemente de quien llevara la razón (si es que hay alguna razón para matarse entre hermanos).
Realmente tuve miedo, mucho miedo. Veía palidecer el rostro de mi padre mientras sus ojos se humedecían.
Recuerdo que estaba en la casa de mis padres, intentando (sin éxito) aprender a escribir “a máquina”. Mi novio (hoy marido) se acababa de licenciar de la “mili”. Estaba estudiando informática. Estaba “lejos” de casa, tanto de la de sus padres, como de la de los míos (ambas se encontraban muy cerca)..
En aquella época no existían los teléfonos móviles.
Llamé a su casa. Sus padres estaban preocupados. Dijeron que los primeros “llamados” serían los militares en activo pero, inmediatamente, tendrían que incorporarse los militares en la reserva. Y ¿Quiénes eran esos? Pues, en primera fila los “militares” recién licenciados; es decir, mi novio, que pertenecía a la última promoción “licenciada".
En aquel momento y a mi edad, no pensé en las consecuencias que aquel golpe de estado pudiera representar para nuestro país. Sólo pensé que volvía una guerra civil y que mi novio tendría que incorporarse a filas.
En la facultad de informática pararon las clases y mandaron a los alumnos a sus casas. Les dijeron que se fueran cuanto antes, ante el peligro de que se suspendieran los transportes públicos.
Mi entonces novio vino a mi casa y, desde allí llamó a sus padres para tranquilizarles. Recuerdo su cartilla militar de la que tantas veces me había reído porque en el apartado “valor” constaba “se le supone”. Pensé que tal vez ahora tendría que demostrar ese “valor” y sentí muchísimo miedo.
Mientras tanto, las radios y la única televisión que existía en aquella época, dijeron que Milans del Bosch había tomado Valencia y que los carros de combate andaban por la ciudad. Se habían oído tiros en el congreso de los diputados. Se había hablado de terroristas, pero enseguida se habló de militares y de guardias civiles.... Se dijo que el Rey estaba al corriente y que era el responsable último.
En cada casa, las familias estaban aterrorizadas. El pueblo español había votado por una democracia y por una constitución, cediendo, unos y otros, a algunas de nuestras pretensiones para llegar a un acuerdo pacífico. El pueblo español había dado una lección de democracia ante el mundo que nos miraba con recelo pero ¿Y ahora? ¿Por qué? ¿Por qué las “autoridades” nos respetan tan poco y dan al traste, con la violencia, a las aspiraciones de paz y libertad que tanto tardó en llegar a nuestro país?
De pronto anuncian en televisión que va a hablar el rey. No creo que ningún programa pueda volver a conseguir aquel share. Todos los televisores del país estaban encendidos y todos los españolitos estábamos tan atentos a las palabras del monarca, que no teníamos tiempo para nada más.
El rey habló de democracia y ordenó que los insurrectos depusieran las armas.
Aquel joven rey, supo enfrentar el mayor reto de la historia reciente de España y poner punto y final a lo que pudo ser una segunda guerra civil.
Seguimos viendo la televisión y escuchando la radio. Poco a poco, los insurrectos fueron “soltando” a los diputados que permanecían secuestrados en el congreso para, al final, entregarse a la justicia.
En casa nos abrazamos todos, la democracia había triunfado sobre la tiranía y mi novio no tenía que incorporarse a filas.
Desde aquel momento, el rey fue nuestro rey. ¡Viva la paz! ¡Viva la democracia! ¡Viva el Rey!.
Mil gracias a todos por vuestra compañía y vuestras valiosas aportaciones.
Carla.-
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