Solidaridad

telecinco.es 26/02/2009 16:14

El otro día un bloguero llamado el primo de Gambia, nos pidió solidaridad con los niños de aquel país.

Y, por este motivo, hablo hoy de solidaridad.

Es una gran desgracia que existan tantos “mundos” dentro del mismo mundo, valga la redundancia: El primer mundo, los países desarrollados y “ricos”, el segundo mundo, el de los países que “están en ello”, y el tercer mundo, que abarca aquellos países que tienen menos recursos o que éstos están peor repartidos.

Muchas veces nos sensibilizamos con este tercer mundo y compramos “globalitas” para crear escuelas y comedores para los niños, o apadrinamos a un niño de esos países, o colaboramos en donar nuestras gafas usadas, en donar juguetes, medicinas o alimentos para estas pobres gentes que no tienen nada.

Sin embargo, a menudo, cambiamos de acera cuando vemos a un “sintecho”, o subimos la ventanilla del coche y miramos para otro lado cuando descubrimos en los semáforos alguien que quiere vendernos un paquete de pañuelos.

El ideal para este planeta nuestro, sería que no existiera el hambre, ni las guerras, ni ningún tipo de desigualdades. Pero la triste realidad es que, desde que el hombre es hombre, siempre han existido las desigualdades y las luchas.

¿Quién lo puede parar? ¿Qué lo puede parar? Realmente no lo sé.

¿Podemos hacer algo? ¡Mucho! Aunque nuestra ayuda sólo sea un granito de arena que intente secar un océano.

Admiré muchísimo a la Madre Teresa de Calcuta y admiro igualmente a Vicente Ferrer, por poner dos ejemplos que todos conocemos. Pero me llega más ver con mis propios ojos a aquellas personas que dedican parte de su tiempo y de su esfuerzo en ayudar a los que tienen más próximos.

Admiro a mi amiga y excompañera, la Hna. Ángeles que, tras terminar su jornada laboral y muchas veces sin parar a comer, se dedica a cortar las uñas a los ancianos e inválidos que lo necesitan, pasando, a su edad, largas horas agachada.

Admiro a los voluntarios de mi parroquia, especialmente a Carmen, que dedican sus tardes a visitar, sacar a pasear o escribirles una carta o leerles un libro a los ancianos que viven solos.

Admiro a los voluntarios del hospital oncológico, especialmente a Maite, que acuden unos días a la semana para visitar a los enfermos, darles conversación y hacerles compañía.

Esos tres casos son los que tengo más próximos, pero conozco muchísimos más. Esta gente son normales, son gente como nosotros, pero deciden dedicar parte del tiempo que sus obligaciones les deja libre para ocuparse de los demás desinteresadamente. Mientras estas personas realizan esta labor, los demás estamos en un bar tomando una copa, viendo la televisión o yendo de tiendas con las amigas. Y así actuamos la gran mayoría de nosotros porque creemos que nuestro tiempo es precioso y debemos dedicárnoslo a nosotros. ¿Qué menos? Nos lo merecemos. Nos lo hemos ganado. Nos, nos, nos,...

Tal vez sólo cuando seamos ancianos y estemos solos, o cuando estemos enfermos y pasándolo mal, conoceremos a estas personas que reparten su tiempo con otros, les entenderemos, les admiraremos y les agradeceremos su altruismo, su solidaridad.

Pero entonces tal vez sea tarde para que nosotros podamos compartir nuestro tiempo en ayudar a los demás, porque el tiempo, como la arena, se nos habrá escurrido de las manos, ya no nos quedará más y moriremos con las manos vacías y una profunda vergüenza por lo banal que ha sido nuestra existencia.

***

*Nota: Este fin de semana se celebra el día de Andalucía. Muchas felicidades a todas las gentes de esa hermosa tierra, la sonrisa de España. Tierra de poetas y filósofos; tierra de canto desgarrado y de castañuelas; tierra de arte y tronío; tierra de olivares y de nieves; tierra de mar y viento, de calor y sol; Tierra de gente solidaria y amable con el visitante. Tierra de emigrantes y añoranzas, de familias extensas y de corazones grandes. Andalucía, andaluces, muchas felicidades. *

Muchas gracias a todos por vuestra compañía y el cariño que me mostrais a diario.

Carla.-

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