La maratón inmóvil

telecinco.es 02/06/2010 08:55

Se decía del dictador que mantuvo el poder en este bendito país durante casi cuarenta años que había descubierto una nueva ley física: el movimiento inmóvil. Aquel régimen se autodenominó "el movimiento" pero en sus postrimerías lo más característico era su inmovilismo frente a las transformaciones que iban obrando otros países (todos los países) de nuestro entorno. Pues bien, el señorito Rafa innova ahora con una variante de aquel movimiento inmóvil, gracias a su particular creación: la maratón inmóvil.

El símil de la maratón aplicado a Supervivientes es algo que Rafa repite como una letanía, pero quizá no ha pensado en lo inoportuno que resulta. Comparar esta prueba de supervivencia con una prueba de fondo en atletismo es un despropósito. En ese tipo de competiciones es importante dosificar los esfuerzos para mantener un buen tono físico y también como un planteamiento estratégico. Si se tira mucho desde el principio es fácil que no se llegue al final con fuerzas suficientes, eso es cierto. Pero solamente vale porque hablamos de pruebas que van desde el kilómetro y medio hasta los más de cuarenta y dos de la dichosa e hiper citada maratón.

La maratón es una competición de resistencia, y Rafa utiliza la comparación para justificar su escasa aportación al grupo de igual manera que Miguel utilizó el argumento de la resistencia para justificar su abandono. Pero la particularidad de una maratón es que se desarrolla en un tiempo limitado. Para que lo entienda Rafa diré que la diferencia entre una maratón de cine y un canal televisivo que programe exclusivamente películas es que en el primer caso estamos hablando de algo desarrollado en una sola sesión (como dice el DRAE) y en el segundo es la temática elegida por ese supuesto canal, la misma día tras día. O sea, nada que ver una cosa con la otra.

La clave está en que el esfuerzo que ahora ahorre Rafa Mora no le valdrá de nada dentro de tres meses, si tiene la suerte de seguir en Nicaragua. No tiene el cuerpo humano una gestión del esfuerzo (o del cansancio) a tan largo plazo. Salvo en casos extremos en que el sobreesfuerzo se acumule y produzca fatiga (lo cual es una patología), solo nos afecta el agotamiento de los últimos días. Dependiendo de la persona y las circunstancias pueden ser tres, cuatro días o hasta una semana.

En cuanto descansemos un par de días estaremos recuperados, y el esfuerzo anterior será olvidado por nuestro organismo. De alguna manera esta sería la razón por la que el ser humano se dio un día de descanso en la semana, algo recogido por la tradición socio-religiosa. En sociedades avanzadas este día ha llegado a prolongarse en dos o hasta tres días completos, no solamente para aumentar el descanso sino también por promover el gasto en el sector del ocio, convertido en el más importante de esas sociedades.

Esto es como el sueño, que no tiene memoria. Podemos plantearnos dormir mucho hoy (o durante los próximos tres o cuatro días) dado que prevemos problemas para hacerlo normalmente determinado día dentro de una semana. Pero es inútil, no nos valdrá de nada. El cuerpo humano es una máquina perfecta pero aún así mejorable. En todo caso, mi teoría es que si Rafa trabajase un poco ahora no le iba a influir nada en estar mejor o peor físicamente dentro de seis o siete semanas. Le ayudaría mantener su grado de inactividad durante todo el periodo, lo cual es probablemente su plan concreto, pero para eso no hace falta recurrir al erróneo símil de la maratón.

Por eso hablo de la maratón inmóvil, una prueba revolucionaria que consistiría en resistir sin hacer nada durante el mayor tiempo posible. Es más o menos lo que hace este concursante, como volvimos a ver ayer mismo en el resumen de La 7. Me refiero al momento que recoge la imagen que encabeza esta anotación, en el que casi todos los chicos estaban trabajando, buscando y rebuscando caracolas o bígaros debajo de las piedras. Digo casi todos porque Rafa (y Perdi, su fiel gregario) estaban ahí parados, al lado de los demás pero sin ni siquiera doblar el espinazo. Solamente miraban, hasta que pasado un rato dijeron las palabras mágicas: "Bueno, ¿qué? Nos vamos ya, ¿no?". Al colega no le falta rostro pálido (bueno, pálido no, que están todos empezando a estar muy morenos, especialmente Deborah, quien parece la hermana pequeña de Whitney Houston).

Algo de razón tiene el ex tronista en que a María José le gusta venderse en demasía. Su forma de hacer notar el trabajo propio es quejarse de que los demás no colaboran, lo cual también es entendible. Quizá debería valorar la inoportunidad de exponerse a ser acusada de estar vendiendo su esfuerzo, cuando basta con observar las imágenes para darse cuenta que trabaja más que el resto. Por la mañana levanta antes que nadie y comienza a buscar la poca comida que hay en esa isla ruinosa, la pesadilla de cualquier Robinson. Luego es ella misma quien lo cocina, mientras los demás esperan el momento de echarse algo a la boca. Nadie le ha pedido que lo haga, en eso vamos a coincidir, pero lo recto sería rechazar la generosidad del compañero o bien comprometerse a ayudarle en lo posible.

Y encima hay quien acusa gratuitamente a Mariajo de robar comida, lo cual es bastante fuerte. Quien no lo haya visto y pueda adivinar que ha sido el señor de la maratón puede estar tranquilo con su nivel y capacidad de observación. No dudo que alguna caracola se meterá entre pecho y espalda mientras cocina, aunque al menos no se la ha visto todavía (ni creo que lo veamos) chupando cabezas de pescado antes de su preparación (como hacía 'la legionaria'). Es lo menos que puede hacer, teniendo en cuenta que estos días han estado comiendo gracias a ella. De acuerdo que han malcomido, pero habría sido aún peor de no ser por esta concursante.

Ya lo decía Parada: "No sé de dónde sacará las fuerzas esta mujer". Y es que la edad no tiene relación con la capacidad de trabajo y la disposición al mismo. Entre los dos extremos de concursante inactivo e hiperactiva tenemos a casi todos los demás. Parri, por ejemplo, está derrochando sus esfuerzos en hacerse pasar por experto en realitys y lleva unos días en una realidad paralela, acuciando a sus compañeros (especialmente los anónimos) a empezar a jugar y dejar de currar. Pues lo que les faltaba. Alguno para trabajar menos solo le queda mandar su disección. Muy mono quedaría el pequeño Parri disecado en la repisa de cualquier estantería (iba a decir encima del televisor, como antiguamente tenía mucha gente esa figura de gitana de las tiendas de souvenirs, pero ahora las teles son planas y no se puede poner nada en su parte superior).

Yo diría que Parri está perdiendo un poco la cabeza, todo lo contrario que le pasa a Trapote, quizá la más lista de todos. Su jugada es de superviviente nata, por lo cual la quiero dentro del programa y no peleándose en platós, algo que me da muchísima pereza. La periodista está en el término medio de trabajar lo justo, en su caso sabiendo elegir bien el momento. Ella deja a María José perder sus riñones desde primera hora de la mañana y cuando ya ve que hay suficientes piezas capturadas comienza a ofrecerse para ayudar. Como se dice de los gatos, al olor de la sardina (caracola, en este caso) la Trapote ha resucitado.

Entonces ayuda lo justo, limpiando las caracolas, llenando de agua la cazuela y cosas así. Pero claro, eso le pone en primera línea de cocina, una posición tan preciada como la pole position de la Fórmula 1. He de decir que le honra el ofrecimiento visto ayer de ponerse una caracola menos para compensar la que ya había comido antes, mientras se cocinaba la sopa 'a la Cuca'. Es un ejemplo de dosificación de esfuerzos razonable. Trapote aporta algo de su trabajo al grupo, bastante más que otros muchos y menos que Mariajo u Óscar, por ejemplo. Y al menos se deja ver un poco, no como Guillermo, el más invisible y desaparecido de todos.

Otro día tengo que dedicar alguna reflexión con más detenimiento sobre el tema de la pesca. No tengo apenas experiencia como pescador pero me ha gustado observar a otros en tal faena y siempre me dio la impresión de que el gran secreto era la paciencia. Mi padre pescaba en el espigón de la playa de San Juan (Alicante), y yo recuerdo mirar el mar, alrededor de donde había caído el anzuelo, y no ver ni la más mínima presencia de ser vivo alguno.

Tras cuatro o cinco horas de paciente espera (insoportable para mí) solo había capturado un par de pequeños peces que primero echaba en un cubo de juguete lleno de agua para luego ser devueltos al mar. Siempre pensé que era un exiguo resultado para tanto tiempo de espera, pero también entendí que en ello estribaba parte del encanto de tan inactiva actividad. ¿No les estará faltando paciencia en la isla? Digo yo, sin saber mucho del tema.

Lo de que Víctor (el número 10 de Europa, como tanto repite Rafa, ahora también Parada, al que solo falta que le pidan las pruebas de haber conseguido ese puesto) ha probado un par de veces requiere explicación. ¿Dos veces cuánto tiempo? Si descubren un día de estos que hay pesca es para matarlos o dar por desierto el premio. Casi mejor esto último, por el bien de todos.

La secuencia de imágenes con la que cierro hoy debe leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo. Es Parada mareándose y desvaneciéndose o durmiéndose, o tal vez no sabiendo qué hacer para destacar.