Por qué Sálvame es el mejor programa de la tele y el mayor espectáculo del mundo

telecinco.es 16/09/2009 14:33

El día que vimos debutar a Jorge Javier en el plató de Sálvame supimos que la revolución estaba en marcha. Eran más de la una de la madrugada cuando se emitió el primer programa, que entonces no era más que una suerte de debate de Supervivientes y nos pilló en la redacción, currando. Jorge Javier -el mismo que un día nos confesó que en el plató del Tomate se sentaba sobre un cojín para parecer un poco más alto- salía a conducir un nuevo espectáculo televisivo a pelo. O sea, de pie, sin mesa, sin silla, sin un triste sofá donde colocarse. Una alfombra circense -redonda y morada- era toda la red y el atrezzo que se permitía este experimento.

Desde aquella primera noche quedó claro que Jorge Javier había crecido durante su barbecho. No sólo porque fuera obviamente más alto -después del Tomate se fue a Barcelona, lo alimentó su madre y estas cosas se notan- sino porque era un presentador que estaba 'de vuelta', en los dos sentidos. Un tipo que no ambicionaba el éxito, ni el prime time, ni el aplauso (eso lo había conseguido ya) y pasaba ampliamente de las críticas (le habían zurrado ya hasta en el carné de identidad). O sea, un tío que buscaba básicamente, divertirse. Descojonarse, a ser posible. Y esas ganas de reír le habían entrado en medio de una crisis económica histórica. O sea, que se iba a liar. Porque cuando el talento tiene ganas de jugar y no le debe nada a nadie... hay que echarse a temblar.

Jorge Javier se rodeó entonces de "lo mejor de lo peor", o sea, de su equipo actual. Belén Esteban, Kiko Hernández, Karmele Marchante, Lydia Lozano, Mila Ximénez, Rosa Benito (y Jimmy, que entonces también estaba) y alguno más que se nos olvida. Una cuadrilla insólita de la que era imposible esperar nada (el éxito menos que nada), a los que sólo dejaban salir muy de noche, en la antesala de los call-tv. Y con un común denominador: todos conocían el fracaso, todos tenían pasado, todos se habían reinventado una o más veces, todos habían sido carne (y hasta carnaza) televisiva... Y también ellos llegaron a aquel plató con la ambición de divertirse. Entonces sucedió: acudimos en directo a la creación de nuevos personajes y a la dignificación de otros viejos. Se inventó el expresionismo televisivo, llegó la vanguardia. Se dejó a los personajes pasarse de vueltas, dar todas las horas para volver a empezar. Se cumplía en antena con la vieja máxima de Juan Benet de "todo español tiene derecho al fracaso" y se añadía a renglón seguido. Y a descojonarse si le apetece.

¿Y qué pasó? Pues que a la gente le gustó. Todo el mundo tenía por ahí ganas escondidas de reírse sin razón. De esa risa de porque sí que es tan cara. Es verdad que ayudó que fuera un programa cómplice con el público: o sea, un programa más pobre que las ratas. En un momento en que todo el mundo está en el paro, fue estupendo ver cómo en Sálvame grababan en los pasillos, en los baños y en las aceras. No por ser originales sino por pobres, así, sin complejos y con dignidad, alegría y frivolidad. O sea, lo que todo el mundo necesitaba. A estas alturas 'Sálvame' ya había llegado a las tardes. Aterrizaron con una declaración de intenciones. El histórico videoclip del programa no dejaba lugar a dudas. Pensaban seguir riéndose, hasta de sí mismos.

Entonces aún había quien no tenía claro hasta dónde iban a llegar. En telecinco.es pedimos de inmediato que nos dejaran subir a su carro, queríamos seguirles hasta el infierno. Y fueron generosos. Y nos dejaron. Cambiaron la historia de la televisión también en Internet con el 'Sálvame pirata'. Y emitimos 'Sálvame' en directo también en telecinco.es y además, cada tarde, cuando el programa se va a publicidad, nuestra cámara pirata sigue grabando. Los colaboradores, el presentador y el público dejan que el show continúe en exclusiva para los internautas. A la gente, una vez más, le ha gustado.

Tanto gustó esta pócima de la risa (un 19% de share en la sobremesa y líder de la noche de los viernes) que crecieron también en horas de emisión. Y en vez de agotarse o cansar, volvieron a crecer conceptualmente. Se reinventó la telerealidad y la metatelevisión, que diría la gente estupenda. Aquí preferimos llamarlo cariñosamente 'nuestro circo'. Porque tiene Sálvame la magia del mayor espectáculo del mundo, con sus propias fieras, su desarraigo, su nomadismo, su pobreza y sus sueños. Les dieron cancha y despegaron. Los colaboradores se convirtieron en actores, bailarinas, cantantes, comediantes, dramaturgos... Dieron todas las horas. Merendaron en directo, dejaron los móviles encendidos, sacaron los trapos sucios de unos y de otros y aparcaron la prensa en general y prensa rosa en particular. Algunos críticos cortos de miras y de entendederas aún hay que leerles que 'Sálvame' es un programa rosa. A ellos les invitamos a ver el programa con un crono. Comprobarán que se conceden muchos más minutos de directo a una brillante Karmele Marchante comiéndose un yogur que a cualquier personaje del cuché.

Por todo esto: Feliz cumple-programas, Sálvame. ¡¡Y que cumplas muchos más!!

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