Lo que puede unir la expectativa del triunfo está más que a la vista. Alfonso Guerra ya sacó hace años su penetrante cámara para sentenciar que “quien se mueve no sale en la foto”. En la de los dirigentes del PP hay euforia, urgencia de poder, y abierta condescendencia hacia el antiguo discrepante; sobre los detalles que les dividían, “pelillos a la mar”. No miran hacia atrás ni para darse impulso y muchísimo menos para recordar a viejos mandamases que amargan ligeramente el momento dulce en el que las encuestas prevén arrasar en las urnas. Álvarez Cascos desapareció hasta del inconsciente colectivo.
Internamente se da por seguro que se va a ganar en todas las Comunidades iniciando un camino triunfal hacia las elecciones generales que desbancarían a un Zapatero al que la historia juzgará por sus iniciales indecisiones y por sus finales bajadas de pantalones ideológicas. Forzados al pragmatismo y asumiendo políticas conservadoras, se anticipan a una política de la que el PP no quiere perder titularidad.
Ahora toca dar ejemplo y rienda suelta a la demagogia. Les puede costar un arañazo en sus pensiones, pero ¿no vale más el aquí y ahora?. Mariano Rajoy ha dejado que escampe y puede que le salga bien. Camps reconfirmado y los enemigos políticos montándoselo por ahí. Todos se aprestan a ver pasar el cadáver de su enemigo…pero, ¿quién será aquí el muerto?.