La historia suele repetirse, en forma de tragedia o en forma de comedia. Y en el caso de la Rumasa de Ruiz Mateos se están dando similitudes con aquella situación de hace veintiocho años que hizo que Miguel Boyer recibiera la primera “leche” pública de un Superman de pacotilla. Porque con este personaje la cosa suele tener tintes tragicómicos.
Como todo el mundo tiene derecho a segundas o terceras oportunidades, la Nueva Rumasa se erigió con una familia muy compacta y la sensación de que la historia iba a resarcirla de un hipotético atropello del primer socialismo. Creció extraordinariamente, pero empezó a oler raro últimamente, cuando publicitó emisiones con una rentabilidad fuera de órbita. La Comisión Nacional del Mercado de Valores lanzó siete avisos y , al final, estamos viviendo la amenaza del concurso de acreedores.
Ver de nuevo en primer plano a Ruiz Mateos diciendo que se pegaría un tiro si sus creencias y sus inversores no estuvieran por medio, me ha devuelto el recuerdo de algunas actuaciones sintomáticas.
Ruiz Mateos es un verdadero genio de los dosieres. En los años noventa, al menos en lo que a mí me consta como receptora de uno de ellos, se dedicó a enviar informes con un increíble alarde de creatividad a los periodistas críticos con sus maneras. En algunos casos, enviaba primero un regalo; si era devuelto y seguía la crítica llegaba un legajo de mínimo veinte folios en los que apuntaba supuestos amantes y cuentas cifradas en bancos de medio mundo… A la recepción del documento y a la vista de los disparates te entraba la risa , pero, a continuación, sentías el temor de que de toda aquella basura alguien se creyera algo. Lo bueno es que el reguero de infamia llegó a ser tan grande que las redacciones llegaron a estar llenas de dosieres de profesionales de toda clase y condición, con lo cual, sabías que nadie daba crédito, que iban ya directamente a la basura.
En su día se vivió como una anécdota, quedamos a la espera de ver en qué categoría quedará ahora para la historia esta Nueva Rumasa.