Explicar a alguien muy joven que intenta ilusionarse por abrirse camino en la vida que tiene casi el cincuenta por ciento de posibilidades de no encontrar trabajo es duro, justamente en el momento en el que hay que sobreestimular, crear necesidad de que se forme, agarrarle a la cadena de producción que solemos confundir con la vida misma.
Ahora, además, hay que convencerles de que se preparen para salir fuera, de que el mercado ya es global .Lanzarles al exterior aparece como la única garantía de que mantengan una cierta calidad de vida. Que los hijos vivan peor que los padres es algo de lo que no teníamos memoria. Que los viajes a Alemania han alimentado a generaciones, se nos estaba olvidando hasta la oferta de la canciller Merkel. Pero ahora no son obreros, ahora son jóvenes sobradamente preparados que han crecido en la bonanza económica y que se encuentran con el muro de la inactividad y la decepción.
Quizá haya que mirar a Europa en su conjunto y desdramatizar el hecho que, por otra parte puede leerse como una oportunidad, pero entristece constatar que los oportunidades están en otro lado, mientras aquí las reformas son una incógnita que parece que tardará en despejarse.
El fantasma que hoy recorre Europa es el conservadurismo y la aceptación de la pérdida de derechos por un mercado que marca a fuego unas leyes que ¿de verdad son incuestionables?. ¡Auf Wiedersehen Spanien!