Nueva York en 4 días

Mayte Méndez de Vigo 03/05/2018 17:03

Me considero una persona disfrutona, será herencia de mi madre. Me encanta viajar, claro está que para ello se necesita tiempo y por supuesto dinero. Pero cada uno organiza su sueldo como le viene en gana… porque al final el dinero se va y para eso trabajamos. ¿No? Si me dicen que hay viaje a la vista, me faltan segundos para aceptar el plan. Si eso implica apretarse el cinturón, pues me lo aprieto, lo que haga falta, todo… ¡para poder hacer la maleta! ¿Dónde? Sí, eso es importante, pero no lo más importante. Como todo en la vida, lo que importa es… la compañía.

Así que con éstas volví de Japón y Ana, una de mis mejores amigas desde la infancia, me propuso su viaje relámpago de cuatro días a Nueva York. ¿El motivo? Llevaba 7 meses sin ver a Juan, uno de sus 4 hijos, que este año está cursando sus estudios en Canadá. Sí, Nueva York, mi ciudad favorita. Esa ciudad que repito sin cesar (y ya van 11) y que jamás me canso de visitar. La que me da una energía tan positiva, que me es difícil de explicar.

Varios factores se ponían a mi favor. Un regalo/viaje a la Gran Manzana que “debía” desde hace muchos años a Teresa, una de mis sobrinas (sí, ejerzo de buena tía). Visualizar que si todos los astros del universo se alineaban a mi suerte, podría encontrar una entrada para ver a mi Querido Springsteen (desde octubre toca en un pequeñísimo teatro de Broadway) y por supuesto, acompañar a mi amiga Ana, que desde hace muchos años está malita con un maldito cáncer y que lógicamente, la idea de volar sola le aterraba.

Mi bolsillo me decía que no, pero mi corazón me decía lo contrario. Y no lo dudé, porque al final la vida son dos días, ¿o no? Hay que vivir el presente porque es lo único que existe, ese es El Poder del Ahora (gran libro de Eckhart Tolle).

¿Merece la pena cruzar el charco y viajar sólo 4 días a NY? ¡Desde luego que sí!. Con varias horas de retraso con Delta Airlines (como fastidia malgastar tus horas de vacaciones en el aeropuerto, eh?), llegué a Manhattan. El tráfico no había cambiado, seguía siendo caótico. En esta ocasión, me hospedé en el Marriott Marquis, un mega-enorme-inmenso hotel de 42 plantas en pleno Times Square con vistas increíbles.

Dejamos las maletas y rápidamente salimos a disfrutar de NY. Ya sabéis mi debilidad por Bruce, así que mis tres Santos acompañantes me siguieron sin rechistar hasta el Walter Kerr. Y fue llegar….y ¡triunfar! Todos los shows están sold out, pero mi perseverancia consiguió que encontrara una entrada cancelada, de esas last minute.

La chica de la taquilla me dijo que sólo había una. ¿Una? Sí, solo una. Una entrada cancelada y no vendida para ese mismo día. ¿Creéis en las casualidades? Yo lo que creo, es que esa entrada llevaba mi nombre y estaba esperándome. Me costó decidirme por su alto precio pero Ana, Teresa y Juan me animaron a comprarla. Al fin y al cabo, era lo que más feliz del mundo me hacía.

Y ya en mi palco a solo pocos metros de él, disfruté de un concierto medio cantado y me dio hablado, el más especial e íntimo en los 50 suyos que he disfrutado, sólo para 900 afortunad@s.

Él sólo en el stage, con su harmónica + guitarra, y en algún tema acompañado por su mujer Patti Scialfa. Canciones como Brillant Disguise, Tougher Than The Rest, Thunder Road, The rising, Land of hope and dreams…me hicieron llorar de emoción y de alegría.

Pero esto no es todo… minutos después de comprar la entrada, era el momento en el que Bruce llegaba, y en el que Bruce me firmaba la foto de la gira del 2016 en San Sebastián.

Pero no acaba aquí la cosa…porque nada más terminar las 2 horas y 15 minutos de gloria…salí a esperarle (otra vez) a las vallas de fuera (¿qué mejor plan tenía?). Él muy relajado y comiendo peanuts…saludó y otra vez firmó. Yo no cabía de alegría…en menos de 4 horas…había conseguido una entrada imposible, y dos autógrafos. ¡Mamma mía!

Ya eran las 6:00 de la mañana hora española, y yo sin dormir, sin comer, ni beber, pero tan tan feliz!

Al día siguiente, el viernes, con una sonrisa enorme en mi cara, en mi ciudad preferida, con la mejor compañía y la resaca de Bruce, ejercí encantada de guía. Nos dirigimos a la calle 34, para coger el East Ferry, un Ferry que nunca antes había utilizado. 100% recomendable. ¿El destino? Bajar por el rio Este hasta Dumbo, donde las vistas de Manhattan son espectaculares.

Para después cruzar por el Puente de Brooklyn…

Y desde allí caminar hasta el impactante hueco y recuerdo de la Zona Cero. Me contaron que los familiares dejan flores en aniversarios y cumpleaños.

Ya era sábado, mientras subían al Empire, yo decidí esperarles en el Soho. Me sorprendió que la mítica tienda J.Crew hubiera cerrado las puertas. No falté a Madewell o Urban Outfitters aunque poco me compré (la entrada de Bruce fue la culpable :))

Daban lluvia para el domingo, muchísima lluvia, así que adelantamos nuestra visita a Central Park.

El domingo amaneció frio, muy frio. Pero sin rastro de lluvia. Del calorazo de los 25º del viernes y sábado, la temperatura se desplomó a los 5 grados. Un paseo por la 5ª Ave, por Times Square, el metro (nunca me había desplazado así al aeropuerto) y otra vez al JFK.

Podéis ver muchas más cosas de esta ciudad aquí

¡Hasta pronto Nueva York! See you soon!, porque tú bien sabes que pronto volveré a visitarte. I Love New York!

Recuerda que responderé a tus preguntas la última semana del mes.