Alma máter

telecinco.es 29/09/2010 18:05

Diría que Mercedes Milá es alma máter de Gran Hermano. Ya sé que hago un uso impropio de una expresión creada para designar la universidad (madre nutricia, que alimenta). Pero es común usarla para describir a una persona que es la fuerza impulsora de una iniciativa o institución, en este caso de un programa de televisión con una capacidad de convocatoria inigualable. Usemos alma, por tanto, no como 'nutricia' sino como el sustantivo hebreo equivalente a 'espíritu vivificador'.

Realmente creo que lo es. Es decir, para mí Gran Hermano va ligado irremisiblemente a la figura de su presentadora. Tanto es así que este rol se me queda muy pequeño. Ella es el alma del programa, su banderín de enganche para muchos. Un imán que nos mantiene pegados a la pantalla temporada tras temporada. No es la primera vez que uso la palabra imán para referirme a Milá. También lo hice para hablar de una concursante como Melania, que en GH El reencuentro no me gustó nada pero en la novena edición fue un imán hechizante que atrapó totalmente mi atención.

Escribir sobre Mercedes Milá debería ser lo más fácil para mí, pero pocas veces me ofende tanto el fondo blanco y vacío sobre el que quiero colocar mis palabras. A estas alturas, como muchos comprenderán, no es para mí un problema que me puedan llamar pelota. Me da igual y hasta me divierte. Sobre todo, me es indiferente. No porque haya llegado a un punto en que esté por encima del bien y del mal. A decir verdad, nunca me ha afectado. Aún así me cuesta.

En los ocho años que llevo comentando este programa he sido crítico en muchas ocasiones, aunque en otras muchas lo defendí de la mejor forma que fui capaz. Cuando censuré algo fue porque me parecía mal, de igual manera que defendí aquello en lo que creía. En ambos casos lo intenté hacer desde el respeto y con mis mejores argumentos. Recuerdo que en el comienzo de GH 8 decidieron imitar otras ediciones (la británica, fundamentalmente) en lo referente a la animación del público. Vimos entonces gente agolpada a la entrada del plató de Gran Hermano esperando el paso del expulsado por una pasarela. Y en las gradas, ya dentro del propio plató, parte del público jaleaba a los concursantes con pancartas. No me gustó ese cambio. Era algo distinto de lo que siempre habían sido las galas en Telecinco. Nos habíamos acostumbrado a otra cosa. Algo mejor, a mi juicio, por lo cual hice una dura crítica sobre ese cambio.

Por fortuna, duró poco el cambio de ambientación de las galas. Debieron darse cuenta del error, no quiero decir que lo hicieran por mi crítica. Seguro que no fue por eso. Unos años más tarde, critiqué a Milá por su rechazo al juicio implacable de esa parte de la audiencia representada en el público del plató. En ese caso habían sido duros al abuchear a una concursante expulsada. Discrepamos entonces en esto porque, a pesar de lo doloroso que pueda resultar, me interesaba ver la reacción del público. Una reacción desabrida y poco amable que no se había dado nunca antes. No con tanta vehemencia, al menos.

En otras muchas ocasiones defendí el programa. Sobre todo, cuando arriesgaron y decidieron innovar en su propia mecánica. Siempre me ha parecido contradictorio que una gran masa crítica de aficionados reclamase a los responsables del programa que se ganasen el sueldo y arriesgasen para sacarnos de cierto hastío, pero luego cuando esto pasaba se volvían conservadores, contrarios a cualquier novedad. Recuerdo el trabajo de recopilación que hicimos (gracias a la ayuda de algunos de nuestros amigos) la primera vez que hubo una repesca, intentando trasladar la información de los muchos precedentes en ediciones de otras televisiones del mundo. Lo mismo cuando se produjo la primera incorporación de concursantes semanas después del comienzo de edición, los llamados "intrusos".

Es decir, críticas cuando creía que las merecía y apoyo incondicional por plena convicción la mayor parte de las veces. Siempre con datos y argumentos, tanto en un caso como en el otro. Así afronté esta labor desde el principio. He de reconocer, en cualquier caso, que esto no ha funcionado exactamente así con Mercedes Milá. ¿Tiene bula la presentadora? ¿Es un tabú? ¿Se trata de la protegida del gato? Me han hecho estas y otras preguntas similares en bastantes ocasiones. Hombre, si acaso sería el gato quien se podría sentir protegido por la presentadora y no al revés, aunque tampoco es así. No hace falta decir que yo soy un modesto cronista y ella una estrella de la televisión. No hay más. Eso sí, creo que entre ambos hay respeto mutuo y a los dos nos gusta lo que hace el otro.

No me voy a ir más por las ramas, aunque se me dé medianamente bien. Adoro a Mercedes Milá. Sigo su trayectoria televisiva desde el principio, y en algún lugar más o menos recóndito de mi carpeta secreta (lo llamo así aunque sean varios volúmenes de papeles archivados) debe estar una entrevista que le hizo Jesús Hermida (otro de mis monstruos televisivos) en el suplemento dominical del desaparecido Diario 16.

Debía ser el año 1980, nada menos que veinte antes de estrenarse Gran Hermano. Desde entonces, me cautivó su forma de plantear las entrevistas televisivas. Incisiva y cercana, se aproximaba al entrevistado arropándolo por todos los flancos, llegando incluso al contacto físico. Era una forma de dar confianza y conseguir que el personaje se abriera como una almeja. Llegado ese momento habría conseguido su objetivo, y doy fe de que ocurría prácticamente siempre.

Para mí, lo más admirable en sus entrevistas era el trabajo que llevaban detrás. Su exhaustiva documentación, el conocimiento profundo con el que se aproximaba al personaje. Desde siempre he estado convencido de que el trabajo es la clave. Trabajo, trabajo y trabajo es mi lema. Como decía José María García, la clave del éxito es trabajar media hora más que los demás. En esto nada ha cambiado Mercedes Milá. Cuando alguien me pregunta si realmente lee los comentarios en los blogs (su bolo o nuestra gatera) o me sugieren si no será algún colaborador quien lo lee y le hace un resumen, no puedo evitar reírme. No se molestará (eso espero) si cuento que alguna noche a hora muy avanzada ella sigue leyendo con el ordenador en su regazo. La imagino de esa guisa hasta ser vencida por el sueño. ¡Pues claro que lo lee todo ella!

No sé si denota inseguridad o profesionalidad, pero me parece admirable su intensiva dedicación. Esa obsesión por no dejar escapar nada y presentarse ante la audiencia con el orgullo de saber lo habido y por haber (en la medida de lo posible) le otorga parte de su atractivo. Aunque no he alcanzado nunca a saber de dónde saca tanta fuerza. Me embriaga el entusiasmo que transmite siempre, su inagotable curiosidad. Lo que no sabe lo pregunta, para eso ha hecho miles de entrevistas y es una gran periodista.

Aunque lo niegue, es alma máter de Gran Hermano en el sentido de fuerza impulsora de un formato como ese. Un formato que tiene mucha fuerza de por sí, el cual no hubiera sido lo mismo sin su presencia. Ya digo que me lo ha negado personalmente. Estoy seguro de que lo hace de forma convencida y no es falsa modestia. Ella piensa que no es así, pero muchos sabemos que se equivoca. Es más, me atrevo a decir que muchos no seguiríamos enganchados al programa de no ser por Milá.

Por todas estas cosas (y algunas más) es cierto que he criticado menos a Milá que al propio programa. Porque hasta cuando discrepo con ella sigo cautivado por su firme defensa de lo que opina. Porque me gusta hasta cuando se equivoca. Porque siempre sé que no me engaña y lo que veo es lo que es. Y eso es muy difícil de encontrar. Diría que casi imposible. Pero es que, además, coincidimos mucho. No os podéis imaginar lo que serena saber que uno no está loco viendo lo que ve y cómo le ve, cuando descubre que otra persona, al otro lado de la pantalla, lo está viendo igual. Por fortuna, esto pasa muchas veces.

Luego está la otra parte correspondiente a su condición de imán. Está claro, el campo magnético a su alrededor atrae y repele a la vez. Son los dos polos del imán, por lo cual Mercedes cosecha apoyos y rechazos. También existirán las medias tintas, pero está claro que a ella se la quiere o no. Y los apoyos son tan entusiastas y convencidos como vehementes y radicales los rechazos. Es inevitable y no necesariamente malo. Llega el momento que uno busca ser querido y sentirlo así, por encima de casi todo. El rechazo debería ser más o menos doloroso en la medida que se reciba el cariño de la gente. De forma inversamente proporcional: a más cariño menos dolor. Y me consta que ella lo recibe a raudales con solo poner un pie en la calle. Es algo que casi ninguno de nosotros podremos nunca experimentar. Un bonito precio a cambio de escuchar/leer barbaridades muchas veces. Aquí mismo, sin ir más lejos. Ya digo que es inevitable.

Es una suerte que ella vuelva a estar dentro de un par de semanas al frente de Gran Hermano. De igual manera que considero una gran suerte haberla conocido.

Digo lo de dos semanas porque así lo ha publicado Vertele, como es costumbre. Pasé de enojarme a verlo con diversión y hasta aceptarlo como una tradición más. ¿Qué sería de Gran Hermano sin sus tradiciones? Es casi lo único que sé y así está bien. Salvo algunos rumores (como el del supuesto concursante con VIH), nada sé de lo que ha de venir. Estoy igual que hace un mes, y seguramente llegaré hasta el día 14 de octubre (supuesta fecha de estreno) sin tener ni la más remota idea de lo que nos espera. Como cualquiera de vosotros.

A diferencia de otros años tampoco voy a pedir nada a la productora que realiza el programa. Siempre nos sorprenden, como confirma la encuesta que hemos tenido en este blog durante más de un mes. Por tanto, nos dejaremos sorprender una vez más. No voy a repetir el deseo de que el resultado del casting esté algo menos poblado de perfiles poligoneros (por así decirlo). Bueno, rectifico: sí voy a pedir algo. Esto va tanto para Zeppelin TV como para Telecinco. A ver si lo sintetizo bien. Este programa merece y necesita disfrutar de un trato exquisito en las pantallas. Insisto, no solo lo merece sino que lo necesita. Por eso espero ver resúmenes bien programados y con suficientes redifusiones. Así como una emisión en directo 24 horas en todas las pantallas posibles. Con esto seré feliz.

Es todo lo que quería contar hoy. A partir de ahora nos veremos con más frecuencia por aquí. Tengo pendiente contar alguna cosa anunciada y siempre habrá suficientes reflexiones que hacer como para justificar unas cuantas entradas más. Así llegaremos al día del estreno. Con el mismo entusiasmo de siempre.

Ah, se me olvidaba. Sigue abierta la convocatoria a jóvenes diseñadores de moda para que sean los responsables del vestuario de Mercedes Milá. ¿A qué estáis esperando?