Por Ruth Méndez
Hay en directos en los que sonríes por no llorar, en los te sientes carne de cañón de cualquier zapping... Porque hacer una conexión desde cualquier concierto o fiesta popular no digo que sea la guerra pero casi... El pregón del Orgullo Gay es todo un clásico en este tipo de temidas coberturas temidas coberturalúdico-festivas. Una vez en el sitio, los sufridos compis de la móvil tienen que lograr aparcar un pedazo de furgoneta en la calle más próxima a la Plaza de Chueca, desde allí tirar metros y metros de cable abriéndose paso, a veces a codazos, entre el gentío que está allí disfrutando del sarao. Después de pedir perdón mil veces, de ir apartando a todo pichichi viviente, llegamos al centro de la plaza (que ese día está como el camarote de los hermanos Marx), nos subimos a una tarimita.... A estas alturas una ya tiene el maquillaje cuarteado, ha fichado a los freakis de la zona que amenazan con tener su minuto de gloria... El mayor reto entonces es poder escuchar la voz del presentador haciendo la pregunta. El ruido es tanto, incluso este año, que hay que meterse el pinganillo (auricular) hasta la garganta... Este año el directo (menos mal) ha sido tranquilo, sólo se han subido un par de espontáneos a la tarima y una pobre chica se ha caído redonda a mis pies (fijaos en la actividad que hay en la parte de abajo de la derecha mientras yo trato demenos mal rajar.Por cierto, llamamos al Samur y la chica está perfecta.
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