Ciudad de Panamá. En 2007 transitaron por el Canal de Panamá casi 15.000 barcos. La mayoría de ellos eran los llamados 'Panamax', inmensos, pero con las medidas justas para pasar, casi encajados por las exclusas, los ascensores que suben o bajan las embarcaciones desde el nivel del mar para atravesar el istmo. Los casi 400 integrantes de la Ruta Quetzal BBVA lo comprobamos.
Durante tres horas, con las alimañas recuperadas y llenas de energía, tras la ducha colectiva que les proporcionaron los tanques de agua de los bomberos, navegamos el Canal dirección hacia el Pacífico. Bajamos 24 metros desde el punto de embarque hasta el nivel del océano: 8 metros en la esclusa de Pedro Miguel, y bajamos otros 16 más, en dos veces, en las dos esclusas de Miraflores.
La experiencia es impactante y los ruteros la immortalizan cámara en mano. El barco entra en la esclusa y las compuertas se cierran por proa y popa. Como lo que hacemos en bajar al nivel del océano, el agua del tanque donde nos encontramos baja: 100 millones de litros de agua dulce se escapan hacia el mar en los 10 minutos que dura el proceso. Ante nuestros ojos el barco "se hunde" en la esclusa 8 metros y nos quedamos a estribor pegados al muro del dique. El guía del barco dice: "quien toque el muro vivirá eternamente enamorado", y no hay rutero que no quiera poner su mano sobre el cemento mojado desde hace 92 años. "A ver, el que lo haya tgocado que deje a los demás", "no os pongáis todos al mismo lado, que se inclina el barco"...
La operación se repite otras dos veces más. Mientras, la llegada de bolsas de papel con un tentempié a bordo son celebradas por los expedicionarios con suma alegría: dos bocadillos de jamón y queso, un caramelo y una magdalena. En varios tanques con hielo agua y refrescos para beber durante la travesía.
Mis compañeras de asiento, cuatro chicas del grupo 6. Beatríz, la más inmediata está muerta de sueño y de hambre; le paso mi magdalena. Detrás, Julia del 2 está triste, no encuentra su mochila, pero la están buscando. Al levantarme, me llama la atención una rutera que pinta en su cuaderno-diario. Es Clara, del grupo 7: magnífico el dibujo a bolígrafo del barco metido en la esclusa con sumo detalle.
Se escucha un bombo, un tambor, una dulzaina, el sonido de los encierros...Los ocho navarros que van a bordo, cinco ruteros, dos monitoras y un profesor, Javier Armentia, convierten las cubiertas en un "Uno de enero, dos de febrero...." que se corea y se baila. Es la manera de festejar que el chupinazo en Pamplona ha inaugurado la fiesta a San Fermín. Todos los monitores llevan pañuelos rojos al cuello, un regalo de sus compañeras Cristina (grupo 1) y Marta (grupo 7). Los ánimos están festivos y todos a una cantan los himnos ruteroS "Moza de Ruta Quetzal" y "Soy alimaña". El desembarco se hace bajo el ritmo que imponen los del grupo Libélula.
Estamos próximos al fin de la visita a Panamá. Por eso la cena hoy también es de fiesta por cuenta del patrocinador de la ruta. Los que ya no tienen camiseta limpia (la gran mayoría, a estas alturas de aventura y tras pasar por lluvias torrenciales, sudores y ríos de agua y lodo) reciben una para la ocasión. Hay bailes panameños, música y comida a discrección. Los chicos se lo pasan en grande. Un momento emocionante: la emisión de una composición de fotos de las dos semanas panameñas y del teleruta, el vídeo que el equipo de televisión de la Quetzal elabora con la grabación del día a día rutero. Los expedicionarios se ven y se oyen; recordar el momento es un placer.
Hoy recibe a la Ruta el presidente panameño Martín Torrijos. Nosotros, el grupo de periodistas tenemos ya la maleta cerrada. Nos volvemos a España. Ya han salido esta mañana algunos ruteros históricos: Julio, Juan Antonio, Javier, Jesús, Dolores, Víctor. El resto partimos de este país verde (de una vegetación exultante) esta noche (las 5 de la mañana aproximadamente en España). Los ruteros están contentos porque dícen, Panamá les ha proporcionado aventura de verdad. Una frase común: "Así es la Ruta".