Cuando danza el cóndor

telecinco.es 01/07/2014 05:36

Machu Picchu, Nazca, Cuzco…y el cóndor. Los tesoros de Perú no estarían completos sin mencionar a este ave, la más grande de América con una envergadura de 2,70 metros. En el Mirador Cruz del Cóndor, en el Valle del Colca, a 3.700 metros de altitud, pueden avistarse por las mañanas y apreciarse su vuelo, planeando, aprovechando las corrientes de aire. En esos momentos, se les puede ver ejecutar su danza.

Foto: Ángel Colina

“Al cóndor le gusta que le esperen, que le miren, que le saquen fotos, mejor; si son chicas bonitas, mejor todavía. Son carroñeros. Cuando encuentran un animal muerto en la montaña, esperan al apu, el jefe de los cóndores y, mientras esperan, vuelan, danzan, alrededor de la presa. Cuando llega el apu, se lanza sobre la presa para comer lo mejor, los ojos y el ano. El resto de los cóndores, una vez que el apu se retira, entran en el banquete”. Así explica Patricio Mendoza, guardaparque en el Mirador y natural de Cobanaconde. Afirma que ha visto volar al cóndor desde que nació y, desde luego, sabe de lo que habla.

“Cuentos”, señala cuando inquiero sobre la leyenda de que, al llegar a una cierta edad el cóndor pliega sus alas y se lanza al vacío del profundo cañón del Colca sin emitir ni un sonido. “Cuando el cóndor se hace viejo, se retira a su nido, a su cuevita para morir”, indica Patricio sonriendo.

La población de cóndores en este punto del Valle del Colca es de entre 45 y 50 animales. “Viven libremente y no son domesticados ni nada parecido”, afirma rotundo Patricio. Al macho se le distingue por su collar blanco alrededor del cuello y una cresta como de gallo. La hembra “es de color café”. Para Patricio, otra cosa distingue a estas aves “incluso de los humanos: la fidelidad”. La pareja se mantiene fiel e, incluso, comparten el cuidado de los polluelos. Unos días es el macho el que sale a por la comida mientras la hembra se queda en el nido, pero otros es al revés. “Una paternidad responsable”, concluye Patricio.

Comparten su espacio con águilas, halcones y cernícalos, celosos de su territorio, ya que son cazadores. Como el cóndor es carroñero, no suele tener problemas con las aves vecinas. El cóndor es una especie en extinción que estuvo en serio peligro de desaparecer hasta hace poco. En estos momentos, señala Patricio, se están recuperando poco a poco.

Foto: Ángel Colina

“Si no encuentran alimento en la montaña, bajan a la costa, por ejemplo, a Paracas, que es un Parque Nacional y se alimentan de lobos marinos muertos o de placenta de lobos marinos. Hay casos extremos cuando no encuentran alimento muerto, se fijan en animales como vacas, o cualquier animal que tenga crías pequeñas. Lo que hace el cóndor, es empujarlo hacia el barranco con las alas, para que se desbarranque. El hambre obliga”, apunta el guardaparque.

Pero el hambre no es el único enemigo de esta ave. También lo es el hombre. Una nueva ley aprobada este año prohíbe la caza del cóndor con penas de cárcel para quien la incumpla.Patricio señala que, incluso, se les cazaba con escopeta y que, en el sur, “en unos ritos un poco satánicos, se cazaba el cóndor para las fiestas. Enfrentaban al cóndor y al toro. El cóndor pica poco a poco al toro hasta que lo mata. Significa una lucha entre el indígena y el español, representado por el toro. Se sigue aún celebrando. Con esta ley empezará a desaparecer”.

Foto: Angel Colina

Esta norma fue aprobada a propuesta de la Autoridad Autónoma del Colca (Autocolca), que reúne a los alcaldes de la zona. De esta Autoridad depende, por ejemplo, el servicio de vigilancia del Mirador de la Cruz del Cóndor. “Lo que ustedes han pagado es para mantenimiento de la zona, protección del cóndor y también genera un poco de empleo”, indica. Su labor, procurar que la gente vaya por los caminos y que no se suban al murete que nos separa del abismo del cañón. “Si hay un accidente, ya es un problema. Y al único que le gustaría es al cóndor”, sonríe Patricio.

Explica que él trabaja durante seis meses como guardaparque. A los seis meses hay un cambio por otra gente de la zona. Así se reparte el trabajo. Hasta dentro de unos años, no le volverá a tocar. “Puede que esté retirado”, ríe el hombre mientras vemos, de nuevo, danzar al cóndor.