Mujeres guerreras

Tatiana López 25/01/2013 20:14

Ayer el Departamento de Defensa de EEUU daba un paso al frente en su empeño por democratizar uno de los ejércitos más grandes del mundo cambiando una ley operativa desde 1994 que impide a las mujeres servir en campo de batalla.

Es decir, si antes una mujer necesitaba un permiso especial para poder entrar en un cuerpo de combate, ahora serán los generales los que necesiten justificar por qué no aceptan una fémina en sus operaciones.

Por supuesto muchos ultra conservadores han puesto el grito en cielo contra una política que llega penas un año después de que Obama permitiera a los militares gays servir abiertamente en el ejército. En un país donde más de 15 millones de mujeres tienen armas en casa es difícil entender en qué medida esta política puede repercutir de verdad.

Empecemos con los números. Ahora mismo las mujeres representan un 15% del ejército de los EEUU. Aunque el número no es muy alto se calcula que la prohibición que existía hasta ahora ha impedido a las mujeres soldado acceder a más de 200.000 puestos de trabajo.

Pero existen además otros asuntos por los que esta decisión es importante. Para muchas mujeres soldados, por ejemplo, el verdadero enemigo no está en las filas de enfrente sino en su propio campamento, donde algunas son violadas por sus compañeros.

Aunque nadie le ha puesto un número concreto a las violaciones que ocurren en la oscuridad de los campamentos de Irak, sólo en el 2011 se denunciaron ante la autoridad competente más de 3.000 agresiones sexuales. Esta epidemia, de la que muchas soldados no se atreven a hablar en voz alta por miedo al rechazo, se produce, entre otras cosas, por la falta de mujeres en puestos más altos de la cadena mando.

Ahora mismo tan sólo una mujer en todo el país ostenta el grado de cuatro estrellas, la distinción más alta que un militar puede obtener en los EEEUU. Para muchos expertos la prohibición de que las mujeres puedan estar en primer línea de fuego es la responsable de la falta de galones entre las soldados, que tienen que demostrar el doble que sus compañeros para poder ascender.

Por último la decisión de Panetta supone la confirmación de cómo el concepto de guerra convencional al que estábamos acostumbrados ha ido evolucionando en las últimas décadas. Igual que las víctimas civiles se han convertido en una de las principales consecuencias de las guerras modernas, también la retaguardia ha dejado de ser un lugar seguro.

Por eso, y a pesar de estar excluidas del campo de batalla , más de 130 mujeres han muerto durante las guerras de Irak y Afganistan mientras que otras 800 han resultado heridas. Algunas eran sólo cocineras a quien un ataque sorpresa pillaba desprevenidas. Otras eran conductoras que chocaron con una mina subterránea. Todas han sido soldados que necesitan el mismo reconocimiento y las mismas oportunidades que el resto de sus compañeros.