A Manolo, de 35 años, el duende del flamenco le tocó desde chiquito por influjo parental. "Mi padre era aficionado y le dije que quería cantar y aquí estoy", canta donde le dejan, en ferias, fiestas y eventos, siempre que su trabajo de auxiliar administrativo y el fútbol, su otra pasión, se lo permiten. "Algún día me gustaría entrenar a niños y niñas pequeños".