La Semana Santa en el taller, un trabajo en equipo que se lleva en la sangre
Yolanda Bernardo Martín
10/04/201916:08 h.Para que todo esté ya, en Sevilla, en perfecto estado de revista hay que echarle un año enterito con todos los artesanos trabajando en equipo. Tallista, impresor, imaginero, doradora como Bárbara Jiménez. Lo suyo es el pan de oro. Una labor delicada, de mucha paciencia, porque como dice, esto no es dar capas de pintura. Bárbara está en buena compañía. La empresa es familiar. Su suegro empezó el negocio que siguieron sus dos hijos y ahora, enganchados también, los nietos. Un trabajo sacrificado y de muchas horas como reconoce Juan González. “Esto, dice, tiene que gustar, sino, no te dedicas a esto ni loco”.
En eso, todas las profesiones implicadas en dar vida a la Semana Santa, andan bien hermanadas. Lo suyo es pasión por el trabajo manual. Antonio Morillo, tallista, es buen ejemplo. Con 14 años iba al taller los fines de semana. Con 16 se quedó ya para siempre. Hoy dice que tiene dos mujeres: su mujer y su oficio.
En el taller de bordados, las máquinas están a destajo. Como nos cuenta Enrique Garfia necesitan mantener tres turnos, mañana, tarde y noche para sacar adelante todos los pedidos que tienen de hermandades, bandas y costaleros.
Otros que no paran son los imagineros y restauradores. Con piezas nuevas o con restauraciones. Manuel Mazuecos cuenta que siempre hay brazos que se rompen o no funcionan bien. O la hermandad pide ayuda porque a una imagen se le ha caído una lágrima. Son los retoques de última hora para que las imágenes aguanten kilómetros de procesión. Para que no ceda ni un tornillo con tanta levantada.