Estaba escuchando el veredicto del juez y la condena le cayó como una losa. 47 años de prisión. Su respuesta no fue derrumbarse ni echarse a llorar al saber que iba a pasarse casi medio siglo entre rejas, si no que la emprendió a golpes contra su abogado. Fue necesario que los alguaciles de seguridad se abalanzasen sobre para detenerlo.