No demostró un ápice de humanidad a la hora de acabar con la vida de su mujer embarazada y sus dos pequeñas. La que sí mostraron sus suegros al perdonarle la vida y exigir que no se le condenara a la pena de muerte. Sí ha sido condenado a tres cadenas perpetuas, una por cada uno de sus asesinatos. En una muestra de humanidad, una lágrima cayó por sus mejillas, no se sabe si por recordar su terrible crimen o por ver la vida entre rejas que le espera.