La lucha contra el olvido
312 no es solo una cifra. Son, según la Asociación de Víctimas del Terrorismo, los asesinatos de ETA sin resolver. Detrás de ese número hay caras, vidas rotas, que encuentran el agravante de no poder ver a sus verdugos condenados.
Conchita Fernández, viuda de un Guardia Civil asesinado, conoce sus nombres, sabe hasta que viven en Venezuela pero tras años de lucha nunca consiguió la extradición. Es la dureza de no conocer siquiera el rostro de los asesinos. "Quisiera ponerles cara, yo todavía no les he puesto cara, se sus nombres y todo pero no les he puesto cara".
Son casos llenos de frustración, de muchas preguntas y apenas respuestas. Respuestas que no tiene Tamara Paredes, sus padres fueron asesinados cuando sólo tenía 5 años. ETA alegó que eran toxicómanos, pero la autopsia no mostró restos ni marcas que así lo indicaran. Ahora, Tamara no puede hacer nada porque el caso ha prescrito, aunque eso no la frena en la búsqueda de respuestas: "Ya que no se puede, por lo menos conformarnos con saber qué y quienes".
Se trata de una auténtica lucha contra el olvido donde las instituciones han puesto más el foco en los terroristas y no tanto en sus víctimas. Cuenta Maite Araluce, que el sentimiento de desamparo es generalizado en el colectivo de víctimas mientras observaban la atención puesta en los terroristas: "Sin embargo los que hemos sufrido ese daño, ‘pues mejor ignorarlas, mejor no decirles nada’ entonces en ese sentido te sientes muy desprotegido y te sientes muy solo". Maite, hija del político vasco Juan María de Araluce, no podría soportar conocer al verdugo de su padre y saber que podría ponerse frente a un juzgado.
Carmen Ladrón de Guevara, abogada de la AVT con una de las trayectorias más extensas de nuestro país en materia terrorista, habla de la tenacidad común de todas las víctimas: "Si algo tienen en común todas las víctimas del terrorismo es... su reivindicación de justicia".
Solo exigen, por encima de todo, verdad, memoria, dignidad y justicia.