Sevilla acaba una Semana Santa con más de treinta procesiones suspendidas por lluvia

Las lluvias insistentes y los chubascos tormentosos han dejado este año en sus templos a todas las hermandades del Martes, del Jueves y del Viernes Santo, así como a las populares cofradías de "La Madrugá": La Macarena, la Esperanza de Triana, el Cristo de los Gitanos o el Señor del Gran Poder.

Este último hecho no ocurría desde 1933, cuando no hubo estaciones de penitencia en esa noche mágica sevillana por desavenencias políticas con el Gobierno republicano.

Más de la mitad de las sesenta hermandades sevillanas se han quedado este año sin poder realizar su estación de penitencia.

Las malas condiciones meteorológicas han impedido la salida de mas de veinte mil nazarenos y han dejado inéditos los desfiles procesionales de dos días consecutivos: el Jueves y el Viernes Santo.

La primera hermandad del Sábado Santo, y la primera que salía a las calles de Sevilla en los últimos tres días, la del Sol, comenzó a primera hora de esta tarde su estación de penitencia tras un compás de espera pero se tuvo que refugiar horas después dentro de la Catedral para resguardarse de la lluvia.

La Trinidad también regresó a su templo escasos minutos después de haber comenzado su salida procesional y la Hermandad de Los Servitas ni siquiera intentó comenzar su estación de penitencia, visto el aguacero que caía sobre Sevilla a primeras horas de esta tarde.

La lluvia también ha impedido la salida del Santo Entierro y la Soledad de San Lorenzo, las otras dos hermandades que completan el Sábado Santo sevillano, cuyas juntas de gobierno han acordado hace escasos minutos suspender sus estaciones de penitencia.

La última hermandad de la Semana Santa sevillana, "El Resucitado", tiene fijada su salida a las 04:30 horas de mañana, Domingo de Resurrección, y también está a la espera de un pronóstico meteorológico favorable.

La imposibilidad de que las hermandades sevillanas puedan realizar sus estaciones de penitencia con lluvia responde, además de a preservar a los hermanos que salen en procesión, que en algunas de ellas superan las dos mil personas, muchas niños y personas de avanzada edad, a preservar el patrimonio cultural e histórico de las tallas y pasos que atesoran desde siglos.