Isabel y Julián, 'se me enamora el alma'

ELENA VILLEGAS 06/11/2008 13:24

Mucho ha llovido ya desde aquella Romería del Rocío del 2003 en la que Julián Muñoz e Isabel Pantoja salían por la puerta grande de la mano para proclamar al mundo su amor. El entorno no podía ser mejor; el fervor religioso se confundía con el fervor pasional, con cuerpos que no dejaban de abrazarse, de sonreírse, de observarse... El júbilo por el encuentro con la Virgen se tornaba en la euforia propia de esa primera fase etílica que desemboca en exaltación de la amistad. En cuanto al clímax, queda aparcado el símil religioso en este punto por no herir susceptibilidades y por no dar por sabidos secretos de alcoba que entre dos quedan. Quedan entre dos porque el trío ya se había roto, ya que la tercera en discordia, la ex esposa del ex alcalde de la ex -perdón- de la tonadillera, esto es, Mayte Zaldívar, quedaba ese mismo día fuera de juego de manera pública .

Rocieros, periodistas, propios, extraños, señores feudales (veáse, señores-Roca), mileuristas... todos sorprendidos por el descorrimiento de un velo, que, pese a lo tupido del asunto, mostraba lo evidente: que el alcalde de la muy noble ciudad de Marbella decoraba la cabellera de su señora esposa con esbelta cornamenta.

Político y folclórica se paseaban felices, sonrientes (no cesaban de mostrar dientes, dientes), hasta que la prensa y la justicia iniciaron las investigaciones para desenmarañar lo indesenmarañable. Y el desenmarañador que lo desenmarañó, a gusto se quedó.

Esa inmensa tela de araña que envolvía los órganos de poder marbellí llevaba, sin embargo, años creciendo y fortaleciéndose de tal modo que la evidencia no bastaba para romperla. Quizá, por eso y por haberse convertido en el centro de atención de la opinión pública, Julián Muñoz fue la cabeza de turco, aunque no por eso inocente (algún que otro alcalde de Marbella cuyo peso era mayor que el de la ley ya alardeó en su día sin pudor de su elevado nivel de vida).

Después de dimes, diretes, amenazas y cámaras rotas, llegó lo que parecía imposible, pero que en cualquier ciudadano de a pie hubiera sido inevitable dadas las circunstancias: la prisión.

La partida de Monopoly la perdió Julián Muñoz, quien arrastró a su ex mujer y a su pareja en aquel momento a la temida casilla de la celda, aunque ellas contaban con un comodín que les permitió no pasar mucho tiempo con el traje de rallas. En el caso de Pantoja, el comodín fueron los 90.000 euros de fianza, si bien es preciso matizar que, el pasado mes de abril, la Audiencia Provincial de Málaga desestimó el recurso del fiscal por el cual éste pedía que no se le devolvieran esos 90.000 euros.1

Una vez encarcelado, la novia optó por mantener la relación a distancia. Largas llamadas a diario conexión Cantora-cárcel, cárcel-Cantora, gentileza de amables funcionarios que trataban con especial cariño a tan ilustre personaje. Graham Bell se sentiría orgulloso; tanto se podían alargar las conversaciones telefónicas, que las visitas se hacían innecesarias. Ya, ni por Navidad (basta con el turrón, que siempre vuelve).

Pero Julián Muñoz también volvió. No fue en diciembre, sino en abril y, como no estaba el horno para bollos, se dejó de romerías y, en lugar de acudir a la Feria de Sevilla, se fue a comer con Isabel. Le concedieron tres días de permiso y los pasó con ella, en su casa. Los dos se alegraron de verse y confirmaron que se querían, pero el jolgorio rociero de antaño se convirtió en el sacrificio propio del ayuno de los viernes de Pascua (que muchas abuelas siguen más por obligación que por devoción).

Estuvieron juntos, pero se desconoce si revueltos -de nuevo, los secretos de alcoba, en la alcoba quedan-. Y ahora, Julián Muñoz ya se encuentra en libertad e irá, por tanto, donde el corazón le lleve.