La competición, el salto sincronizado y el ‘buen rollo’, claves de ¡Mira quién salta!’

telecinco.es 12/03/2013 16:51

Quien crea que ‘¡Mira quién salta!’ será un programa de jolgorio en la piscina, se equivoca, como bien ha explicado Isidoro Baidés: “Cuando estás en tu casa, sentadito en el sofá con un cerveza, piensas que va a ser algo muy fácil. Tirarse por el trampolín y ya está. Pero el esfuerzo físico que hay que hacer es increíble”. Lo es porque la piscina en la que han competido fue construída sin ‘burbuja’ – que para el golpe contra el agua- y la inmersión es el momento m´s doloroso. “La primera vez que me tiré, cuando entré en el agua, pensé que el trabajo estaba hecho y me relajé. Dejñe de hacer fierza y fue entonces cuando me lesioné la pierna porque se me fue hacia un lado”, ha explicado Mónica Pont.

Las lesiones de los concursantes dejan constancia del esfuerzo que han hecho por superarse a sí mismos y al resto de sus contrincantes. “Nos hemos dejado la piel”, ha dicho Fortu, quien nos ha mostrado sus secuelas: un derrame en el ojo y una rotura muscular en el brazo. La imagen más impactante es la de los muslos de Sonia Ferrer: morados desde la rodilla hacia arriba. “Ha sido muy doloroso, pero lo de las piernas no ha sido lo peor. Las lesiones interiores, la tendinitis, el dolor de cuello…eso sí que ha sido duro”.

A pesar de los dolores, todos describen la experiencia como “algo increíble”. A la superación personal y el vértigo del reto, se ha unido una convivencia muy especial: “Estábamos todos juntos en el hotel y eso nos ha unido mucho. De repente alguien te prestaba la manta eléctrica o te pasaba un ibuprofeno, nos ayudábamos, y a nadie le faltaba un beso o un abrazo. Y eso se va a ver en el programa porque nos alegramos de los triunfos de los demás y nos poníamos tristes cuando alguno no superaba su reto”.

Lo más importante de todo es que, al ser siempre los mismos concursantes, vamos a poder ser testigos de su evolución. En unos casos será positiva y en otros no, según la dificultad de los daltos y el control mental que tenga cada uno sobre su cuerpo. Lo más difícil serán los saltos sincronizados, en los que la pareja tendrá que ejecutar una compenetración perfecta en la que, si uno de los saltadores falla, le perjudicaría automáticamente al otro.