Juego limpio

ESPERANZA CALVO/ RAÚL VAQUERO 08/02/2010 12:01

En cuanto los clientes abandonan el recinto, el jefe de sala precinta las mesas. Cada una lleva un código de barras que se anota en el libro de registro. Nadie podrá manipularlas ni abrirlas sin que quede constancia.

En este casino se puede jugar Ruleta, Black Jack, Pócker, Punto y Banca y Baccara. Los naipes se guardan bajo llave y sólo el subdirector de apertura tiene acceso al depósito. Se comprueba diariamente si falta alguna carta. Cada baraja está registrada con un código de barras y tan sólo se pueden utilizar durante 15 días. Transcurrido ese tiempo y aunque se mantengan en perfecto estado, son destruidas bajo la supervisión de los agentes del Servicio de Control de Juegos de Azar del Cuerpo Nacional de Policía. "Lo hacemos para evitar que alguien pueda utilizar esas cartas para meterlas de nuevo en el casino y emplearlas de una forma fraudulenta".

Las bolas de la ruleta también se recuentan diariamente y pasan la prueba del imán, con el que se comprueba que no han sido manipuladas.

El año pasado se jugaron 65 millones de euros en estas mesas. Un gran negocio para el Casino pero también para el Estado. En el caso de los beneficios que genera el Casino Gran Madrid Torrelodones, un 45% van a parar a las manos de la Comunidad Autónoma de Madrid. El director de juego nos explica el funcionamiento de la Caja. "En cada mesa nosotros ponemos a riesgo 200.000 euros, que no quiere decir que sea el único dinero que se pone. Si la mesa pierde una cantidad mayor, de la caja central se trae otro anticipo para que podamos seguir con el juego". Es decir, es imposible romper la banca.

Desde que se inauguró hace 28 años más de 15 millones de jugadores han cruzado sus puertas. El respeto a la intimidad nos impide grabar las salas de juego repletas de clientes. Así que en cuanto se produce la apertura, nos trasladamos a la "trastienda" del casino. Concretamente a la sala de control, donde nos muestran el sofisticado entramado de vigilancia. Unas 300 cámaras velan por la seguridad de los jugadores pero también por los beneficios del casino. No hay columnas ni ángulos muertos que impidan grabar todas las jugadas con nitidez. Los jugadores que quieran presentar una reclamación tienen acceso a estas cintas, que persiguen garantizar el juego limpio. Pero las cámaras también sirven para localizar y neutralizar a los que caen en la tentación de realizar alguna trampa. "Hay bandas internacionales que viven de las trampas en el juego. Van pululando por todos los casinos del mundo y cada cierto tiempo vienen" nos cuenta el director de Seguridad. Un equipo de 17 fisonomistas se encarga de que estos delincuentes no crucen la puerta de entrada. Su trabajo consiste en verificar que todos los clientes son quienes dicen ser. "A veces se disfrazan para conseguir entrar. Se ponen barba o se tiñen el pelo. Pero nos e dan cuenta que a nosotros así no nos engañan. Les delata su actitud, su forma de andar, de moverse, de jugar" asegura Roberto, que es fisonomista desde que el Casino abrió sus puertas en 1981.

Aquí trabajan más de 300 crupieres. Para evitar la fatiga mental, descansan 15 minutos cada hora. También cuentan con un servicio de fisioterapia para mitigar el cansancio físico. "Son muchas horas de pié, en la misma postura, con movimientos muy repetitivos. Es normal que aparezcan contracturas" nos comenta la responsable del servicio médico.

Otro departamento que nunca cierra es la sastrería. Allí se guardan unos 1500 uniformes, ya que cada empleado tiene un par de mudas por si se mancha o por si hay que coser algún botón. Aquí nada queda al azar, tampoco el diseño de los uniformes de crupier. Se confeccionan sin bolsillos y con las mangas muy cortas, para garantizar, también con la ropa, la transparencia en el juego.