El peor día sobre el planeta Tierra

  • Un nuevo estudio científico describe los primeros momentos tras el impacto del meteorito que extinguió a los dinosaurios hace 65 millones de años

  • La explosión en el lugar del impacto fue equivalente a 10.000 millones de bombas atómicas como la de Hirosima

  • El evento catastrófico que sucedió aquel día acabó con el 75% de las especies que habitaban la Tierra

Nadie sabe si llegó de día o de noche, si aquel día fue un martes de verano o un jueves invernal. Pero lo que sí sabemos es que aquel no fue un buen día para ser un dinosaurio y, además, ahora podemos saber también lo que pasó, prácticamente, minuto a minuto tras el impacto del asteroide que borró de la faz de la Tierra al 75% de las especies que habitaban el planeta hace 65 millones de años.

Un nuevo estudio, liderado por el Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas (UTIG), en el que ha participado el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) confirma ahora el escenario planteado por los científicos que llevan décadas estudiando aquel evento ligado a la extinción y reconstruye lo sucedido justo tras el impacto, y que pasó en las horas y los días posteriores a la caída del meteorito.

“Se achicharraron y luego se congelaron”

El estudio está liderado por el profesor de investigación del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas Sean Gulick y se ha publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy os Sciences (PNAS). Gulick describe lo que pasó aquel día como un infierno que duró muy poco a nivel local, seguido de un largo periodo de enfriamiento global. “Se achicharraron y luego se congelaron” comenta el responsable del estudio que sostiene que aunque no todos los dinosaurios del mundo murieron aquel día, el meteorito sí que acabó con muchos.

La reconstrucción de los hechos de aquella aciaga jornada en el planeta Tierra comenzó con el impactó de una roca de 10 km de diámetro en lo que ahora es el golfo de México. La explosión fue equivalente al estallido de 10.000 millones de bombas atómicas como la que estalló en Hirosima, todas juntas en un mismo lugar. La gigantesca deflagración carbonizó toda la vegetación existente a miles de kilómetros a la redonda, provocó gigantescos incendios forestales y desencadenó un tsunami que se adentró a más de 2.000 km de distancia dentro de Norteamérica.

Las aguas se derramaron y después se replegaron, pero a su vuelta llegaron repletas de escombros y, según explica Jens Ormö, investigador del Centro de Astrobiología, aquella enorme masa de líquido denso “se movía con velocidades equivalentes a la del viento en el interior de los huracanes.

Un impacto de tal calibre fue capaz de arrancar miles de toneladas de roca del suelo y lanzárlas a la atmósfera. Mucho de ese material volvió a caer sobre el inmenso cráter que dejó el meteorito. En tan sólo 24 horas se depositaron allí alrededor de 130 metros de material, una de las tasas más altas jamás encontrada en el registro geológico.

Analizando el corazón del cráter

Para confirmar todos estos datos los investigadores han estudiado las rocas del lugar. Han analizado muestras extraídas de la zona central del cráter y han encontrado una mezcla de rocas arrastradas por el contraflujo del tsunami, fragmentos de carbón vegetal (evidencia de la vegetación carbonizada), y una notoria falta de azufre.

Llegar hasta esas evidencias, tampoco ha sido fácil. Hubo que perforar en el lugar donde cayó el meteorito desde una plataforma en alta mar porque gran parte de los 200 km de diámetro que componen el cráter Chicxulub, en la península del Yucatán, están hoy bajo el agua.

No es un lugar atractivo para los visitantes, ni siquiera parece un cráter de impacto, una parte está bajo el mar, y la que se encuentra en tierra firme se ha cubierto de sedimentos que se han acumulado a través de los millones de años. Por eso, para llegar hasta el núcleo y encontrar las rocas que contenían las pruebas de lo que pasó aquel día fue necesario perforar.

La campaña se llevó a cabo en 2016 y parte de las muestras obtenidas las analizó el investigador del Centro de Astrobiología Jens Ormö, que también es coautor del estudio. Lo que encontró es que “los sedimentos revelan enormes energías de transporte que son mucho más grandes que cualquier otra inundación catastrófica conocida en el planeta”.

El Azufre. Elemento clave de la extinción

Uno de los principales hallazgos de este estudio es la falta de azufre en algunas de las muestras analizadas. El área que rodea el cráter de impacto está llena de rocas ricas en azufre, pero no había azufre en el núcleo. ¿Dónde estaba? La teoría es que el impacto vaporizó los minerales ricos en este elemento químico presentes en el lugar y liberó todo ese azufre a la atmósfera oscureciendo la luz solar de todo el planeta.

Los investigadores estiman que al menos 325 mil millones de toneladas métricas de azufre pudieron haberse liberado a la atmósfera, lo que causó profundos cambios en el clima de la Tierra, que sufrió un enfriamiento global.

En comparación, la erupción del volcán Krakatoa en 1883, una de las más destructivas de las que tenemos registros históricos, libero una cantidad 10.000 veces menor de azufre, y aún así, aquel evento provocó un descenso de la temperatura global de 2,2 grados durante 5 años.

Fue ese frío intenso, en todo el planeta, el principal responsable de la extinción. No sólo de los dinosaurios, también de la de la mayoría de la vida en la Tierra. El 75% de las especies se extinguieron. El impacto fue catastrófico en toda la región de lo que hoy es el golfo de México pero "El verdadero asesino tiene que ser atmosférico", señala el responsable del estudio Sean Gulick. "La única manera de conseguir una extinción masiva global como esta es un efecto atmosférico" sentencia.

El primer día del Cenozoico

Aquel día indeterminado, hace 65 millones de años, cambiamos de era geológica. Jens Ormö comenta que ese fue “el primer día del Cenozoico, el primer día de una nueva era dominada por los mamíferos y eventualmente por nuestra propia especie”.

Ese día la Tierra vivió su quinta extinción masiva. Antes hubo otras cuatro que a punto estuvieron de erradicar toda la vida del planeta. “Ahora, por otras causas como la contaminación masiva de los océanos y de la atmósfera” advierte Ormö, se ha iniciado "la sexta y última de las extinciones masivas. Tal vez todavía estamos a tiempo de aprender algo del pasado”.