El río Ebro tiene 'problemas respiratorios'

CSIC 08/07/2016 18:45

Al río Ebro le cuesta respirar. Como todos, su metabolismo que surge de la actividad de los organismos que viven en sus aguas. Por ejemplo, la fotosíntesis de las algas y plantas acuáticas inyectan oxígeno en el agua, mientras que la descomposición de la materia orgánica (respiración) por las bacterias lo consume. Así, la cantidad de oxígeno en el agua puede utilizarse para valorar la salud del río.

Ahora, un estudio publicado en la revista Science of the Total Environment y realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad San Jorge (Aragón) ha constatado que se está reduciendo la respiración de la materia orgánica que transportan las aguas del río, lo que indica que su salud está empeorando.

Los estudios indican que este empeoramiento se debería a una gestión inapropiada de los caudales circulantes en la cuenca del Ebro durante los últimos años.

La cuenca del río Ebro es la segunda más extensa de la península ibérica (tras la del Duero), con unos 86,100 km(2) y donde casi 3 millones de españoles desarrollan diferentes actividades que alteran la cantidad y calidad del agua del río.

Un diagnóstico completo

Para este estudio, se analizaron 86 millones de datos ambientales, recogidos durante los últimos 15 años en 25 puntos a lo largo y ancho de la cuenca del río. Entre otros, se analizaron los de la concentración de oxígeno y temperatura del agua y la presencia de determinados compuestos químicos. Además se han estudiado la cantidad de lluvia caída y el caudal del río, lo que ha permitido evaluar la regulación del caudal a que ha estado sometido el Ebro en estos últimos años.

“Los resultados permitirán, por ejemplo, mejorar el cálculo de caudales ecológicos, para mantener muchos de los servicios ecosistémicos que brindan los ríos: provisión de agua de calidad, reciclado de nutrientes, autodepuración de las aguas, actividades recreativas, mantenimiento de la biodiversidad, recarga de acuíferos, etc...”, concluye Enrique Navarro, investigador del CSIC y miembro del estudio.