Somos malos y pecadores por naturaleza

INFORMATIVOS TELECINCO 22/11/2010 11:17

Los estudios neurológicos realizados por expertos de la Northwestern University de Illinois, en Estados Unidos, que el cerebro humano, de hombres y mujeres es proclive al pecado, porque la naturaleza nos estimula a desarrollar un interés activo por la procreación.

Los científicos utilizaron escáneres cerebrales al tiempo que mostraban imágenes relativas al sexo, al apetito desmedido, la pereza, la ira, la soberbia, la envidia y la avaricia marcan nuestra existencia desde los primeros pasos evolutivos, como un mecanismo para sobrevivir como especie.

Una película pornográfica proyectada a un grupo de voluntarios provoca una estimulación en el sistema límbico (encargado de procesar respuestas fisiológicas frente a estímulos emocionales) en ambos sexos.

Estructuras como el núcleo accumbens, involucrado en el placer y en las ansias, son el corazón del sistema, la cara del pecado.

Existe una razón obvia detrás de nuestra inclinación hacia la lujuria que es la de transmitir nuestros genes y conservar la especie.

La Gula

Cuando comemos también se activa el sistema de de circuitos de recompensa de nuestros cerebros.

"Encontrar gratificación en ese tipo de cosas responde a una lógica evolutiva. Si queremos organismos que se reproduzcan, también queremos que coman", explica Adam Safron, investigador de la universidad estadounidense.

"En el ambiente en el que evolucionamos, los alimentos eran más escasos. No había ni tartas de chocolate ni hamburguesas", apunta Safron.

"Durante gran parte de nuestra historia (como especie), la vida era muy difícil y esas condiciones adversas fueron las que modelaron nuestros cerebros. Fue cuando se estableció cuánto queríamos los alimentos y cuán gratificantes nos parecen".

Así que lo que en un momento fue un instinto de supervivencia ahora está vinculado al pecado. De hecho, se ha convertido en un problema que afecta a unos más que a otros. Con la pereza, ocurre lo mismo en opinión de este experto.

La pereza

La tendencia a no hacer nada tiene sus raíces en el proceso evolutivo humano. "Nunca teníamos la certeza de cuándo volveríamos a ingerir una comida sustanciosa. Así que, si era posible, descansábamos.

Las calorías que no quemábamos mientras llevábamos a cabo actividades, las podíamos usar para procesos corporales de crecimiento o de recuperación", afirma Safron.

La Madre Naturaleza ha diseñado nuestros cerebros de manera que ciertas cosas nos producen placer para maximizar nuestras oportunidades de sobrevivir como especie y transmitir nuestros genes.

La envidia

Uno de los pecados que menos nos gusta reconocer es la envidia. Un grupo de científicos japoneses han probado que existe un elemento positivo o constructivo en sentirla, según el reponsable del estudio, Hidehiko Takahashi.

"Nos motiva a mejorar nuestro propio desempeño o, si es difícil derrotar al rival, nos impulsa a concebir otras estrategias o cambiar las metas que nos propusimos o nuestros intereses", asegura.

Sobre la ira también existe una explicación que la vincula con nuestra evolución natural como especie.

"Algunas personas son mejores que otras cuando tienen que inhibir sus impulsos", señaló Safron.

"Otras personas podrían tener la misma reacción frente a un tipo específico de comportamiento, pero podrían experimentar menos inhibición frontal".

De manera que, en algunos de nosotros pareciera que la bestia primitiva que llevamos dentro tiene más probabilidades de salirse con la suya.

Las elecciones que hacemos en nuestras vidas son con frecuencia el resultado del diálogo que se establece entre las regiones primitiva y avanzada del cerebro.

"Estas partes de la evolución ancestral de nuestro cerebro están constantemente interactuando con la corteza, que se ha expandido más recientemente, para producir el comportamiento". Pero, precisa Safron, la parte emocional del cerebro, el sistema límbico, y la corteza avanzada se necesitan mutuamente para funcionar.

"Si se cortan las conexiones entre ellos, es muy difícil para la persona regular su comportamiento". Desgraciadamente, cuando hablamos de la avaricia no existen estudios del cerebro que nos den una repuesta.

"Los mecanismos de la avaricia podrían ser más complicados", dice Safron.

"Si hablamos de algo que podría estar influenciado por predisposiciones biológicas, la glotonería o la lujuria deberían mencionarse.

Sabemos, por ejemplo, que hay neuroquímicos que aumentan o disminuyen la libido. Pero, hay algunas cosas que son universales y que no son necesariamente innatas y la avaricia podría ser una de ellas.

Podrían haber bases innatas para la avaricia, pero debido a que es un fenómeno más complejo, podría estar más condicionado por el aprendizaje".