La Meteorología Espacial está de moda, pero ¿sabes realmente qué es?

Marcos Fernández* 27/05/2016 11:41

Un fenómeno meteorológico extremo, como una ola de calor o un tornado, afecta a un lugar concreto o una región del planeta a diferencia del fenómeno que estudia la Meteorología Espacial: el Sol. Lo que ocurre en él, a millones de kilómetros de la Tierra, nos afecta a todos.

Y, precisamente, la Meteorología Espacial se dedica a estudiar el Sol. Desde el Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad de Alcalá de Henares, Consuelo Cid fija su atención en los ciclos del astro rey y sus dinámicas.

La investigadora principal de Servicio Nacional de Meteorología Espacial (SeNMes) traza una línea que separa la Meteorología (clásica) de la llamada Meteorología Espacial para subrayar que se trata de “una nueva disciplina científica, que abarca varias parcelas de la Física: la Astrofísica y la Geofísica”. Aunque es cierto que la Meteorología Espacial estudia los fenómenos que ocurren en la “alta atmósfera terrestre”, a diferencia de la Meteorología, el interés se pone fuera de nuestra atmósfera en el estudio del Sol y en “las fulguraciones observadas en otras estrellas diferentes al Sol”.

Los científicos, como Consuelo Cid, que a día de hoy analizan las claves del clima y observan el Sol con detenimiento, no han sido los primeros en hacerlo. Cuentan con antecesores en los siglos XIX y SXX. Es más, para la investigadora del Space Research Group hay dos acontecimientos claros que marcaron el pistoletazo de salida en la Meteorología Espacial.

Tormenta solar

El consenso es generalizado en torno al primer acontecimiento investigado por los antecesores de la Meteorología Espacial. Consuelo Cid señala el 1 de septiembre de 1859 cuando una tormenta solar, la más violenta de la que se tiene constancia hasta la fecha, generó una aurora boreal tan extensa que pudo observarse en buena parte de Europa, en capitales tan poco habituadas a ello como Madrid o Roma. Este fenómeno se repitió en la Guerra Civil Española cuando pudo verse también en la capital o en Barcelona, entre otras ciudades.

El astrónomo inglés Richard Carrington detectó el primer día de septiembre de 1859 una potente erupción solar desde Londres pocas horas después de que el Sol expulsara una ingente cantidad de energía deformando temporalmente el campo magnético terrestre.

En el siglo XIX, el mundo estaba aún en ciernes de dar el gran salto tecnológico. Sin embargo, la sociedad de la época vio alterada su actividad normal en la entonces pequeña dependencia de la tecnología del momento. Auroras boreales aparte, los telégrafos fueron las primeras víctimas.

Hacía pocos años que ese novedoso sistema de comunicación se había puesto en marcha. Pero, aquel día sufrió numerosos cortes provocados por la energía que desprendió aquella llamarada solar al alcanzar la Tierra.

La profesora de Física y Matemáticas de la Universidad de Alcalá de Henares recuerda la figura imprescindible de Carrington, que matizó que si bien “no permitía concluir la relación causa-efecto, sí indicaba una más que posible relación” entre lo que acababa de ocurrir en el Sol y la caída de las novedosas comunicaciones terrestres

Quebec 1989

Si bien las tormentas solares se suceden cada cierto tiempo, desde la de 1859 y otra en 1921 hubo que esperar más de un siglo para asistir de nuevo a un fenómeno que nos puso sobre aviso de la fragilidad del todopoderoso avance económico y tecnológico.

Este segundo aviso fue el apagón de la central eléctrica de Quebec de 1989, que devolvió a Carrington a la actualidad. La tormenta solar resultó menos violenta que la del siglo XIX, pero en un mundo que ya era más dependiente de la tecnología acabó afectando a más de 6 millones de personas, que se quedaron sin electricidad.

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*Marcos Fernández (@marcosfdezfdez) es periodista especializado en Meteorología.