El gaditano que transformó un pedregal del desierto en una de las mayores plantas solares del mundo

Ubaldo Cuadrado 29/05/2018 15:59

Son las cuatro y media de la mañana y desde Amman, Jordania, salen dos todoterreno con contratistas españoles enfilando la autopista de Damasco, esa que lleva derecho a la frontera con Siria, en dirección a la planta solar de Mafraq. Los amaneceres en el desierto son espectaculares, pero después de un año se convierten en rutina. Desde que comenzó el Ramadán, la jornada laboral se inicia a las seis de la mañana para adaptarla a las fuerzas mermadas de una plantilla local en ayuno hasta la caída del sol y a las altas temperaturas del desierto en mayo. A pocos kilómetros, un giro a la derecha nos conduciría por la autopista de Bagdad hacia el campo de refugiados de Zaatari, dónde se hacinan más de 300.000 personas desde 2012.

La energía limpia que proporcionan las plantas solares de Mafraq y Empire, situadas a sólo 5 kilómetros del paso fronterizo de Jaber, con Siria, tienen detrás el nombre y el trabajo de un español trotamundos del sol. Manuel Tovar Rojas, ingeniero y alcalde de carreta en la Hermandad del Rocío de Cádiz. A sus 41 años, lleva los últimos nueve fuera de España, vinculado a proyectos de energías renovables por todo el mundo. Desde Puglia, al sur de Italia, a la planta de la Jacinta en Salto, Uruguay.

Mafraq produce 50 megavatios hora –lo mismo que la de Empire, todavía en construcción- lo que equivale a 35.000 hogares recibiendo luz durante ese período de tiempo. Cuando llegó hace poco más de un año, las 140 hectáreas que ocupan este huerto eran un erial pedregoso. Con la ayuda de su cuadrilla de confianza –después de años de compartir proyectos por todo el globo-, los ingenieros José Ramón Viso y José Francisco García Vico, responsable el primero y supervisor del área eléctrica el segundo y el rumano Ioan Constantin, jefe mecánico, fueron montando lo que es hoy un bosque de incas, cables y paneles solares que se mueven como girasoles listo para verter su electricidad a la red jordana. Desde 2007, Jordania, con 300 días de cielo despejado al año, ha desarrollado un plan estratégico para el sector que les permitirá alcanzar la cuota de un 10% de energías renovables para 2020. España es el cuarto proveedor de paneles solares del reino hashemita, por detrás de China, Malasia y Taiwan.

El pasado 18 de mayo y casi por sorpresa llegó la orden de Madrid de comenzar las pruebas para inyectar energía a la red. La temperatura supera los 40 grados y el sol quema la piel hasta hacer daño. A la una de la tarde los pocos trabajadores locales que quedan de una plantilla que superó las 200 personas están ya enfilando para sus casas. La jornada se convierte en un frenesí de viajes por todo el huerto. Entradas y salidas en un todoterreno con el aire condicionado a tope. Cada viaje para abrir los inversores que transforman la energía de continua en alterna y la lleva hasta la delivery station dura lo justo para no sufrir una lipotimia y volver al frío transitorio del coche.

Hay preocupación por que salte algo. Los pocos segundos que se abre y cierra la puerta son aprovechados por decenas de moscas salidas de la nada que se cuelan dentro haciendo incómoda la conducción. Cuando las comprobaciones requieren algunos minutos extra en el exterior, la escasa sombra de los paneles ofrece momentáneo refugio que libra del desmayo. Ha llegado el momento de la verdad. De apretar el botón y cruzar los dedos. Las protecciones funcionan. No se ha encendido ninguna luz roja y los gigavatios limpios marchan hacia la subestación. Todos respiran .

La seguridad en la zona

La cercanía con Siria no es ninguna broma. Esa misma noche y entre copas de Ron Zacapa –a 45 euros la botella-, mostrarán la foto de un panel solar con un impacto de bala. El proyectil vino al parecer de un campo de tiro cercano. Tovar menciona aquel briefing de seguridad en el que les explicaron las medidas de evacuación en caso de conflicto. Nada de hoteles para turistas, solo lugares seguros y prefijados a los que acudir a esperar la extracción.

En caso de no poder salir, acumular comida en casa para un mes. Esta medida, claro, la entendieron a su manera Manuel Tovar y José Ramón Viso, quienes aprovecharon los 10 días de descanso en España para llenar dos maletas con más de 60 kilos en productos ibéricos y conservas de pescado. La próxima guerra árabe israelí no provocará escasez de caña de lomo en Sufiya, donde habitan. Este barrio acomodado donde convive el lujo que lleva ver automóviles como el Tesla S, durmiendo en la calle, justo al lado de una mujer indigente con dos niños pequeños. A unos metros de la escena se encuentra la Catedral Ortodoxa Siria. -¿Quién dijo que en los países musulmanes no se permitía el culto cristiano?- y un Starbucks donde hasta la caída del sol solo sirven café para llevar.

Los proyectos de Mafraq y Empire tiene ya los días contados para estos cuatro nómadas de la energía solar a la espera de nuevo destino. La repatriación está fijada para el día 13 de junio. Después de un año con semanas de trabajo de 6 y 7 días, Manuel Tovar está exhausto y con kilos de más, pero le esperan unas vacaciones sin concesiones de mochilero. Diez días en un hotel de Estepona con su mujer y su hija haciendo turismo de pulserita para reponerse del cansancio de un ritmo de trabajo infernal.

La jornada laboral acaba por fin y los dos todoterreno inician el viaje de vuelta. Ioan, el rumano, al volante de uno de ellos mientras Manuel y Viso se duermen en el asiento de atrás. Los altavoces del coche reproducen la música española y ochentera que sonaba a la ida. Después de varios kilómetros, Ioan cambia a sus favoritos, los Modern Talking, y aprieta el acelerador tratando de llegar a Amman antes de que la caída del sol acabe con el ayuno e inunde las calles de un tráfico denso e impredecible.