Ana María Matute dice que "podemos estar contentos" con jóvenes escritores en español

AGENCIA EFE 12/05/2011 03:22

Como parte del Festival de la Palabra de Puerto Rico, que se ha trasladado desde la isla caribeña hasta la isla de Manhattan esta semana, la tercera mujer que ha recibido el máximo reconocimiento de las letras en español participó hoy en una charla con el director del Instituto Cervantes de Nueva York, Eduardo Lago.

En ese encuentro, Matute reconoció que "ahora de mayor" lo que más lee "son novelas policíacas, aunque eso no significa que haya dejado la otra literatura", al tiempo que afirmó que a sus 85 años le interesa mucho lo que hacen los jóvenes, "porque me recuerdan", dijo, "a cuando yo empezaba".

A pesar de que no quiso detallar cuáles son sus escritores predilectos hoy en día, Matute dijo que tanto en España como en América Latina "hay gente joven que está haciendo cosas que están muy bien".

La autora de "Olvidado Rey Gudú" (1996), que también estuvo la semana pasada en San Juan (Puerto Rico) participando en ese festival literario, repasó en una sala repleta las diferentes etapas que han ido marcando y conformando su vida y obra, entre ellas la guerra civil, que le tocó vivir a los 11 años.

"No hay guerras santas, la guerra es sucia siempre, es sucia, mala y duele mucho", expresó la escritora española, cuyas primeras obras están marcadas por el telón de fondo de la guerra civil española, como "Los hijos muertos" (1958) o "Los soldados lloran de noche" (1964).

En una infancia marcada por la guerra, Matute recordó cómo se "lo pasaba bomba" cuando la encerraban en un cuarto oscuro de pequeña si se portaba mal, porque allí creaba un mundo imaginario, en el que se ponía los abrigos de sus hermanos "y podía ser personas distintas".

"Yo soy maga, porque una forma de ser mago es ser escritor", dijo Matute, quien aseguró que sus novelas "no son fantásticas sino mágicas, porque la vida es mágica también".

La tercera mujer en ocupar un puesto de la Real Academia de la Lengua recordó además cómo la censura calificó de "inmoral" su libro "Los niños tontos" (1956), por lo que decidió clausurar el encuentro en el Instituto Cervantes con la lectura de un fragmento de esa obra.