Atom Egoyan vuelve con "Chloe", en la que aborda la parte más inconfesable del ser humano

AGENCIA EFE 24/11/2010 13:28

"Es difícil imaginar una vida sin deseo", afirma tajante el realizador de "Exótica" y "El dulce porvenir", que aborda con elegancia la parte más inconfesable del hombre y, sobre todo, de la mujer. "Las mujeres son más intuitivas, pero lo que intuyen a veces es falso y cierto a la vez", explica a Efe en una entrevista.

"Chloe" es, efectivamente, la colisión de varias verdades discutibles: la de un marido que cree que su matrimonio es estable cuando su mujer siente que ya no le resulta a atractiva. Y la de esa misma mujer que, presa de la inseguridad, contrata a una prostituta, "Chloe" (interpretada por Amanda Seyfried) para dirigir ella misma la infidelidad que presupone cometerá su marido.

"Hay una parte de nuestros deseos que sabemos manejar porque entran dentro de lo aceptado, pero hay otra parte que no, que nos conduce a partes desconocidas de nosotros mismos y que nos desestabilizan", asegura Egoyan, que inauguró con esta película el Festival de San Sebastián de 2009.

En este paseo por lo vericuetos de tan escurridizo imperativo, Egoyan pone en jaque a sus personajes. De la sospecha al anhelo, del anhelo a la frustración y de la frustración a la locura, porque, ¿acaso es posible compatibilizar deseo con estabilidad?

"Lo único que sé es que no creo que se puede vivir con deseo. Incluso para una persona anciana, el deseo existe aunque sea bajo la piel de la amargura o el arrepentimiento. Somos sus víctimas, pero también es nuestra principal motivación", asegura este cineasta que se reconoce admirador de Luis Buñuel, Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni.

Para aunar una trama que evoluciona hacia lo excesivo, Egoyan cuida las formas como sólo él sabe. Para imprimir sensualidad no hace un juego de espejos, sino de cristales: "Tiene un papel fundamental en la película. Juega con la ambivalencia de la observación y la vigilancia, la separación transparente e invisible. Julianne Moore es como el vidrio: invisible, frágil e hiriente a la vez", matiza.

Y en "Chloe" el cristal también es una lente que sirve para la proyección de imágenes: "Catherine acaba proyectando sobre Chloe la imagen de lo que ella fue y ya no es", asegura, y reflexiona sobre una sociedad cada vez más sexuada en su imaginario colectivo.

"La vida cotidiana está llena de imágenes perfectas que nos contraponen a lo que nos gustaría ser. Y eso produce un efecto de inversión: hay más deseo hacia la imagen, pero nosotros nos sentimos menos capaces de generarlo", asegura.

En esa superposición de imágenes es donde confluye lo que es, en definitiva, una historia de sustitución primero y autolesión después. "Descubre que su deseo no es por su marido, sino por recuperar su juventud", según su director.

Y en la búsqueda de una solución, la maraña será incontrolable y sangrienta. "Me interesa mucho esa especie de luto defectuoso, en el que las personas a veces, por aligerar nuestro dolor, acabamos haciéndolo más intenso. Son rituales que tienen el efecto opuesto", reconoce.

Pero otro luto no ficticio acabó ensombreciendo el rodaje de "Chloe", que pasó a la historia antes de su estreno porque fue interrumpido por la tragedia: cuando la mujer de Liam Neeson, la también actriz Natasha Richardson, falleció en un accidente de esquí.

"Las escenas que quedaban las más dramáticas y sus diálogos sonaban como un castigo, casi crueles. Pero para él era la mejor manera de superarlo, para nosotros era algo muy difícil de presenciar", reconoce Egoyan.

Mateo Sancho Cardiel