Chichén Itzá, la ciudad de los guerreros, abre sus puertas a la Ruta Quetzal

AGENCIA EFE 03/07/2010 05:38

Chichez Itzá, es el tercer centro arqueológico del la Península del Yucatán que la Ruta visita en su aventura por los "Caminos Blancos Mayas", senderos que unían las principales urbes de la zona con un objetivo eminentemente comercial.

Acompañados por el subdirector de la expedición, el arqueólogo Andrés Ciudad, los 'ruteros' visitaron las construcciones del Castillo, el Templo de los Guerreros, el Juego de Pelota o el Observatorio, entre otras.

Para Ciudad, buena parte de la culpa de que Chichén Itzá se haya convertido en una de las ciudades más importantes del área mesoamericana la tienen la historia de la investigación y la apuesta del Gobierno por restaurar una gran cantidad de edificios.

"Sin embargo, cuando los arqueólogos levantaron el plano de la ciudad se dieron cuenta de la gran cantidad de complejos arquitectónicos y de calzadas que tiene, calzadas que no sólo conectan los edificios, sino que también conducen hacia el exterior", explicó.

Hasta el momento en Chichén Itzá se han localizado cerca de cien calzadas, algunas de ellas de gran importancia.

Pero además, su estilo artístico, según señaló Ciudad, es "muy peculiar" en el conjunto del área maya y en toda Mesoamérica, y nos habla de un periodo de unos 200 años de esplendor que le llevó a ser una de las dos capitales más importantes de la Mesoamérica prehispánica.

En la ciudad existen muchos elementos religiosos decorando las fachadas, "pero si hay un complejo escultórico con personalidad e idiosincrasia es el de la guerra. En Chichén Itzá encontramos numerosos guerreros águila y jaguar, con lanza dardos y escudos".

El poder militar, civil y religioso estaba concentrado en el Rey, y en ese sentido, el Juego de Pelota era una "reificación de las luchas de las fuerzas, de la luz contra la nocturnidad, cuya práctica justificaba acciones de tipo político y que servía, sobre todo, para conmemorar grandes victorias políticas".

"Casi todos los juegos de pelota están orientados en dirección norte-sur, y preferentemente situados al sur de las ciudades, porque esa era la dirección de la muerte para los mayas", explicó Ciudad.

El Juego de Pelota reúne en buena medida el contrato que hay entre las divinidades y los hombres, "ese que dice que los dioses necesitan ser alimentados por los hombres mediante una serie de actividades rituales, entre las cuales, la más compleja, la más delicada, la más dramática, es el sacrificio humano".

En ese convenio, indicó el arqueólogo, la sangre humana juega un papel especial, "fundamentalmente la de los gobernantes que se hacen autosacrificios, sacándose sangre para ofrecérsela a sus antepasados y a los dioses".

Junto al Juego de Pelota, Chichén Itzá conserva otro de los monumentos de su idiosincrasia guerrera.

En el Templo de los Guerreros se plasma la costumbre mesoamericana de exponer los cautivos sacrificados para que todo visitante se aterrara y lo contara al resto de mundo.

"El altar de cráneos decoró una gran cantidad de ciudades, sobre todo a partir de año 1250, y en realidad no era un culto a la muerte, sino un memorial a las victorias del señor", apuntó Ciudad.

En las estelas de la ciudad se relatan historias de guerreros con águilas literalmente devorando corazones humanos.

"La extracción del corazón es otro de los sacrificios que utilizaron los mesoamericanos a lo largo de toda su historia, y el hecho de que los jefes militares se comieran las vísceras de los grandes cautivos, significaba estar comiéndose su esencia y ser cada vez más poderoso", señaló.

Para el arqueólogo es injusto la visión sanguinaria que se tiene del pueblo maya, porque "si vas al Museo del Prado seguramente hay más sangre que aquí".

"Por ejemplo, la Inquisición, las crucifixiones, el martirio de los santos, las guerras, eso también se puede ver en Chichén Itzá. No podemos juzgar a estos hombres como sanguinarios porque haya águilas comiendo corazones humanos, mientras que a Santa Úrsula le están cortando un pecho", concluyó.