La Hallé, con Mark Elder, lleva a España dos sinfonías inspiradas en Londres

AGENCIA EFE 03/05/2011 08:54

La idea de juntar ambas sinfonías en el concierto que dará en el Palau de la Música de Valencia el 17 de mayo la más veterana de las orquestas sinfónicas británicas fue en realidad de los organizadores españoles, según explica a EFE el director de la Hallé, Mark Elder.

Aunque lleva el número dos, la sinfonía de Vaughan Williams fue en realidad la "primera pieza instrumental a gran escala" compuesta por el músico británico, a quien Elder describe como una "personalidad mística" que admiraba a Debussy y estudió con Ravel.

Vaughan Williams quiso que la sinfonía "contuviese recuerdos del ambiente de la capital británica a finales del siglo XX. Es una obra impresionista que describe la atmósfera londinense a diferentes horas del día, comenzando por el momento justo antes del amanecer", explica Elder.

El primer movimiento "rebosa de energía", está "lleno de ruido y de vida" mientras que el segundo es más bien melancólico antes de que en otro famoso pasaje Vaughan Wiliams reproduzca con solos de distintos instrumentos - violas, clarinetes y otros- los gritos de los vendedores en un mercado.

Al Auditorio Nacional de Música de Madrid, Elder y la Hallé llegan el 19 de mayo con un programa muy distinto ya que está integrado por la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler como plato principal, precedida de una versión orquestal del ciclo de "lieder" de Franz Schubert "Einsamkeit" ("Soledad").

Elder explica que la temporada pasada, la orquesta hizo un ciclo dedicado a Mahler con motivo del centenario de su muerte (1911), y se tuvo la idea de anteponer a cada una de sus sinfonías una pieza nueva especialmente encargada a un músico contemporáneo.

El compositor alemán Detlev Glanert decidió hacer una versión para orquesta de ese ciclo de Schubert, aprovechando el hecho de que la Cuarta de Mahler, al incluir un lied, el maravilloso "Das himmlische Leben", requiere la participación de una voz, en este caso la conocida soprano polaca Aga Mikolaj.

Elder y la Hallé han actuado ya en varias ocasiones en España, y el director describe a la audiencia valenciana como "más ruidosa y habladora", aunque al mismo tiempo "muy entusiasta", que la de Madrid, que es "mucho más formal", pero se dice encantado con la acústica de ambas salas.

Al director de la Hallé le gusta llevar en sus giras con la orquesta música de compositores ingleses, como Vaughan Williams y también Edward Elgar (1857-1934), y dice que su orquesta está "estrechamente asociada" a la mejor música británica a pesar de que el hombre que la fundó en 1858, Charles Hallé, era un pianista y director de origen alemán.

Pero su repertorio es muy amplio: el hecho de ser de un país como Inglaterra que hasta el siglo XX no ha tenido una gran tradición sinfónica - "Elgar es el primer gran sinfonista británico y el siglo pasado fue glorioso para nuestra música", dice - le permite sentirse más libre a la hora de "absorber los estilos de otras naciones".

"Me siento menos abrumado por la tradición (de esos países)", señala Elder, que se confiesa apasionado no sólo de Wagner o Verdi, sino también de la música rusa: la primera ópera que dirigió fue "Guerra y Paz", de Prokofiev en Sydney y estrenó en Inglaterra "Mazeppa", de Tchaikovsky.

Elder estuvo muchos años al frente de la English National Opera londinense y últimamente ha dirigido en Covent Garden "Fidelio", de Beethoven, y "La Novia del Zar", de Rimsky-Korsakov, con grandes elogios de la crítica.

"Cada año dirijo una o dos óperas, señala Elder, según el cual "se aprende mucho trabajando con los músicos, por ejemplo, cómo respira la música, y como ésta puede expresar mejor el drama".

Este año la Hallé ofrecerá una versión concertante de "La Valquiria" durante el Festival Internacional de Manchester, pero Elder recuerda su primera y hasta ahora única experiencia en Bayreuth con el maestro alemán.

Fue en 1981, cuando era mucho más joven, siendo el primer británico a quien se encomendó dirigir allí una nueva producción: "Los Maestros Cantores".

Se trató de una experiencia "muy extraña", según recuerda ahora, porque el foso de Bayreuth está totalmente cubierto salvo por el espacio por donde sale el sonido, y los cantantes tienen que ir siempre ligeramente por detrás de la orquesta, un truco que ahora le resultaría mucho más fácil.

Joaquín Rábago