Rarezas fósiles florecen en el desierto peruano

AGENCIA EFE 28/07/2010 16:40

Estas áridas zonas de la región de Ica (unos 200 kilómetros al sur de Lima) constituyen los yacimientos fósiles de vertebrados marinos del Mioceno (entre 23 y 5 millones de años de antigüedad) más ricos del mundo, asegura a Efe el paleontólogo peruano Rodolfo Salas desde su laboratorio en el Museo de Historia Natural de la capital.

Los amantes de la paleontología tienen ante sí todo un universo de rarezas fósiles, incrustadas en unas rocas que cuentan la evolución de organismos a lo largo de un periodo que se remonta en algunos casos hasta cuarenta millones de años atrás.

"Ocucaje no es un 'parque jurásico', es miocénico y cenozoico, pero no por ello menos interesante o espectacular", asegura Salas, convencido de que aún esconde "joyas" únicas en el mundo.

Entre los restos que ya están catalogados y expuestos en el museo, destacan las mandíbulas y vértebras de cartílago fosilizado de un tiburón, "muy lindo" porque normalmente sólo se recuperan sus dientes y su tejido se deteriora con facilidad, apunta el investigador.

Un caso controvertido en su día fue el de los delfines con apariencia de morsa, ya que los expertos se enfrentaron a toda una "crisis de identidad animal": se toparon con un ser que tenía anatomía de delfín y características de morsa, como colmillos muy largos, un hocico muy corto y fosas nasales en la parte delantera.

Según Salas, este ejemplar único fue hallado durante los años noventa en Sacaco, el mismo desierto donde también se han conservado plumas y escamas, barbas de ballenas, e incluso caparazones y huesecillos de unas tortugas vinculadas a la tortuga laúd, de gran tamaño.

Estos reptiles tienen un esqueleto que se disgrega justo después de fallecer, por lo que no suele fosilizar, salvo en estos parajes de propiedades tan particulares, explica Salas.

En opinión del paleontólogo, que ha trabajado en la zona durante quince años, el secreto de la buena conservación de los fósiles radica en el ambiente marino "muy superficial y de aguas cálidas" en el que vivieron aquellos seres, donde no había mucho oxígeno y las partes blandas se pudrían lentamente.

Con el tiempo, los animales fueron conservados sin "perturbaciones" y cuando el mar se retiró, muchos sedimentos se acumularon sobre las rocas hasta formar un desierto en el que los paleontólogos luchan por proteger los restos de los cambios de temperatura, los vientos y la erosión.

A lo largo de cincuenta kilómetros en su parte más extensa, Ocucaje ofrece a los amantes de la paleontología la posibilidad de rescatar seres como un perezoso acuático, un inusual animal terrestre que "prefirió" vivir en el agua durante un tiempo para alimentarse de algas marinas.

El propio Salas estudió a fondo los huesos encontrados de este perezoso que nadaba entre tiburones y ballenas en la costa sudamericana del Pacífico.

Hace unas semanas, publicó junto a otros científicos, un estudio en la revista "Nature" sobre el fósil hallado del "Leviathan melvillei", antecesor de los cachalotes modernos y considerado el mayor depredador marino que recorrió los océanos hace doce millones de años.

Ahora, con un equipo de norteamericanos, Salas sigue la pista de unos restos de vertebrados marinos en la península de Paracas, también al sur de Lima, que a su juicio pertenecen a unos "pingüinos que darán la vuelta al mundo cuando sean revelados".

Si lo que se quiere es observar los restos como aficionado, algunas agencias de turismo organizan visitas al desierto de Ocucaje, indica a Efe el director de Patrimonio del Instituto Nacional en Ica, Rubén García.

Sin embargo, advierte, por el momento la falta de presupuesto impide que se lleven a cabo proyectos para poner en valor Ocucaje, donde además se carece del necesario control y vigilancia en una zona bastante extensa, de difícil acceso y con riesgo de ser depredada.

¿La alternativa? Visitar, aunque sea en la ciudad de Lima y frente a las vitrinas del Museo de Historia Natural, las rarezas fósiles de los desiertos del sur peruano.