Ang Lee asegura que "el concepto de 'autor' no es más que otro nombre para el ego"

INFORMATIVOS TELECINCO/AGENCIAS 22/05/2009 09:18

En el festival francés presentó su última película, "Taking Woodstock", su enésimo giro hacia la sorpresa, y por allí sigue paseando, cuando tampoco era lo que a priori se esperaría de él, de fiesta en fiesta: desde la organizada por la sección paralela "Un certain regard" hasta la de "Los abrazos rotos".

"No me gusta clasificar ni que me clasifiquen", explica en una entrevista con varios medios internacionales, entre ellos Efe. "Lo que me parece verdaderamente extraño es que, con lo complejo que es el ser humano, llame la atención que una misma persona se interese por distintos temas".

En Cannes, lo que siempre han reclamado de su cine ha sido la mirada horizontal que el taiwanés lanza sobre la sociedad estadounidense. La primera vez que acudió a La Croisette fue con la amarga "La tormenta de hielo" y ahora "Taking Woodstock" analiza la gran fiesta que provocó tal resaca.

"El espíritu de aquel concierto era lo realmente válido. No hemos evitado mostrar la parte comercial de ello, cómo estaba mientras tanto Vietnam en pleno apogeo o que, en el próximo evento de esas características -en San Francisco y con los Rolling Stone- no se respetó el lema de paz y música y murió una persona. Pero Woodstock existió y tuvo muchas cosas buenas", explica Ang Lee.

"Taking Woodstock", que opta a la Palma de Oro, se convierte en una celebración de una idea más que en una apología de su puesta en práctica. "No sé si ahora seríamos capaces de repetirlo, pero deberíamos", dice. "La juventud de hoy en día es demasiado cínica y muy pragmática".

En aquél concierto con Janis Joplin, Jimi Hendrix y Joan Baez, lo importante no fue la música -"algunos de ellos ofrecieron las peores actuaciones de sus carreras", explica Lee-, sino la pureza de los ideales.

Aun con la posterior neutralización de ese éxtasis de la inocencia, "muchas de las cosas que se plantearon en los años sesenta fueron fundamentales para la parte más destacable de nuestra sociedad actual: cuestiones de género, de raza, de política, sexualidad y medioambiente comenzaron a importar entonces", asegura Lee.

El director de "Comer, beber, amar" no busca con énfasis, pese a la calidad de su filme, la Palma de Oro, puesto que ha propiciado la película más fácil de disfrutar de todo el concurso. No importa. Ya tiene dos Osos de Oro de Berlín, dos Leones de Oro de Venecia y dos Óscar de Hollywood.

"Llevaba seis dramas seguidos y cuando buscaba una comedia, coincidí con Elliot Tiber, el protagonista real de esta historia".

Él era el hombre -entonces muy joven- que decidió organizar en su pequeño pueblo el festival más importante hasta entonces visto y, con lo que le gusta a Lee enfrentar a dos personajes complementarios, pudo resumir en él sus inquietudes.

"Cuando he hecho una película como 'Sentido y sensibilidad' con dos protagonistas, eran las dos caras de una misma moneda. Una buscaba un entendimiento sensible y la otra una razón a su instinto", asegura, por lo que el cambio de planteamiento no fue tan radical.

Tiber, interpretado con brillante sencillez por Demetri Martin, se debate entre el seguir manteniendo el ambiente de cordialidad con sus padres o apostar por descubrirse a sí mismo y priorizar en función de sus verdaderos deseos. Así, Lee consigue otro milagro: que, en medio de 500.000 personas, el protagonista consiga intimidar consigo mismo.

Y es que el director, que celebra la pluralidad del individuo, demuestra con su cine que existe un sentimiento universal que trasciende al western, a la comedia o a las artes marciales; a Inglaterra, a Shanghai o a Estados Unidos.

"Cuando hago una película, en el fondo, siempre empiezo el mismo proceso. Me gusta estudiar profundamente el tema que trato, encontrar la relación entre la voluntad de libertad y su aplicación real".

Por ello, de "Brokeback Mountain" a "Hulk", pasando por "El banquete de bodas", todas tienen en común un mismo objetivo: "descubrir la belleza de las relaciones entre los personajes", concluye.

Mateo Sancho Cardiel