Laclotte asegura que "el museo debe ser más una catedral que un centro comercial"

AGENCIA EFE 25/04/2009 10:32

Así lo comenta en una entrevista a Efe Laclotte, a punto de cumplir 80 años, catorce de ellos jubilado, donde se muestra como un hombre afable, amante de la buena conversación, con la mente fresca, las ideas claras y una cercanía impropia de la importancia de su figura, como conservador y luego director entre 1987 y 1994, vivió en primera persona la revolución del concepto de museo.

Laclotte impartió esta semana una conferencia en el Museo del Prado sobre la importancia de la figura del comisario en la historia del arte. Y es que, él se considera ante todo "conservador" y habla desde ese punto de vista.

Su infancia, en tiempos de la II Guerra Mundial ya predestinó su vida. Viajaba con su familia por los pequeños museos de Francia y él apuntaba en su cuaderno los cambios que introduciría en la ordenación de esas colecciones.

"Sí, siempre quise estar dentro del Museo", explica este experto en pintura italiana renacentista y a quien se encargó la reorganización de la colección del Louvre tras la ocupación nazi.

"La figura del conservador hoy está muy denostada, no se conocen sus funciones cuando es esencial su trabajo. Él es 'el ojo', y el ojo del experto es indispensable", comenta Laclotte.

"Debe tener ese don similar al experto en vino, capaz de averiguar su procedencia a ciegas, además de una memoria visual inmensa ", añade.

Él se encarga de reconocer copias falsas y buscar la auténtica autoría de la obra y descubrir si ha sido modificada después, o bien para embellecerla o para cubrir algo que se considera no estético.

Laclotte se confiesa como "un predicador" de "la importancia de la pureza y la belleza del arte".

Como director del Louvre fue el artífice en la ampliación del Louvre cuando, en los años 80, se revolucionó el concepto tradicional de museo para duplicar su superficie y dotarla de espacios alternativos como tiendas, cafeterías...

"La ampliación era necesaria porque el Louvre estaba muy mal organizado. Por ejemplo en los accesos y la recepción del público que eran bastante decepcionantes. Se trababa de mejorarlos para que abrir el museo a todo tipo de públicos más allá de las visitas escolares y turistas", apunta Laclotte quien confiesa que, en un principio, se mostró "escéptico".

Y así vivió el desarrollo de la vertiente más comercial de los museos actuales que, dice, es "el fruto de una demanda del público" y que ha puesto al museo en un difícil equilibrio entre catedral del arte y centro comercial.

El optimismo de Laclotte le hace decir: "No soy un oráculo, pero confío en que en el proseguir del siglo XXI el museo camine por la ruta de una catedral del arte y no de un centro comercial".

Desde su privilegiada posición asistió al cambio de los otros grandes museos de París: el Centro Pompidou y el museo d'Orsay. "Fue un momento de suerte, en que todos los gobiernos, ya fueran de izquierdas o de derechas se implicaron y dieron un gran impulso a la transformación de estos museos. Algo que hoy sería casi imposible de lograr".

La masificación de la cultura ha hecho que aumente de forma notable la asistencia de público, pero muchos de los visitantes se limitan a vivirlo como un mero entretenimiento.

Es algo que dejó a Laclotte "muy inquieto" en un principio, pero su positivismo le hizo verlo desde una nueva perspectiva: "Entre los grupos de turistas que van como rebaños, la mayoría pasa sin enterarse de lo que ve, pero con que sólo uno se fije y disfrute con una obra de arte ya es suficiente".

"No es un fenómeno negativo", añade Laclotte quien entiende que los edificios emblemáticos que hoy son una sello de estos grandes museos son algo positivo por ser, dice, "la imagen que se asocia al museo".

Por Mercedes Cerviño