Es posible ser feminista trabajando en moda y belleza, pero es difícil

yasss.es 07/03/2018 17:35

Muchos creen que las feministas odian la moda y la belleza. En realidad, muchos creen que las feministas odian, a secas. Odian a los hombres y odian las barras de labios por igual, pero, ¿sabéis una cosa? Es completamente mentira. Yo misma creía que era así, porque la sociedad patriarcal se ha encargado de mandar este mensaje para disuadir a muchas de ser feministas. Todo cambió cuando mi antigua jefa me dijo un día, sin venir a cuento, que yo era feminista tras soltar alguna perla por esta boquita tendente al ‘bocachanclismo’. “Imposible. Me encantar maquillarme, comprar ropa e ir al gimnasio para estar buena”, le solté cual quinceañera. Entonces me recomendó el libro ‘Hot feminist’, y todo cambió.

Este escrito me enseñó que se puede amar la moda, la belleza y lo que te de la santa gana y ser feminista. Respiré con alivio, porque siempre he trabajado en revistas de tendencias y pensaba que ser feminista era totalmente incompatible con hablar del nuevo largo de las faldas o del innovador peeling que borrará el acné de tu rostro. Sin embargo, he de confesar que no es tan sencillo como pudiera parecer, porque te topas con numerosas incongruencias cuando te reafirmas como feminista y te enfrentas a una realidad muy concreta.

Para comenzar, trabajas en una revista destinada a mujeres en la que la mayoría de la plantilla la componen mujeres que, sin embargo, rara vez escriben para ellas. La triste realidad es que las publicaciones se componen de imágenes de mujeres que son muy diferentes a las que escriben sus historias, y no solo por el hecho de que no puedan gastarse 3.000 euros en un bolso, sino porque su talla dista mucho de la de las modelos.

¿Es malo querer tener una silueta concreta? Para nada, el problema viene cuando es la sociedad la que dicta cómo debes ser. Si nos limitamos a hacer un especial de ‘mujeres reales’ -término que aborrezco, porque las que tienen una talla 34 también son reales, ¿o no?- una vez al año, hay un sinfín de mujeres que solo se ven reflejadas en la revista una vez al año. El resto de meses, se imbuyen de imágenes de modelos que son muy diferentes a ellas, y aunque la diversidad es digna de aplauso, cuando una gran parte no aparece reflejada en las páginas de una revista que se lee de forma mensual, tenemos un problema y sobre todo, carecemos de diversidad real.

Nerea Pérez, una maravillosa e inteligentísima periodista feminista -que por cierto escribe eventualmente artículos feministas en revistas femeninas- que hace el show ‘Feminismo para torpes’, cuenta en su espectáculo cómo en su periplo por revistas femeninas descubrió que cuando es un hombre el que es portada, este puede tener 50 años, arrugas, canas e incluso tripita. Cuando has de hacer un reportaje en el que aparece, por ejemplo, una política, desde “arriba” te comentan que has de buscar a una política que esté buena. Así, sin paños calientes.

Siempre intento proponer temas que versan sobre mujeres con un mensaje poderoso, que casualmente -cooooosas de la vida y del devenir-, suelen ser feministas. Siempre lucho por escribir temas que abogan por defender el placer femenino cuando hablo de sexo y siempre intento que cuando hablo de alguna dieta concreta, quede claro que querer bajar de peso no es pecado, pero sí lo es cuando quieres hacerlo para encajar en un ideal forjado por hombres e irrealidades. Si he de escribir acerca de cómo una actriz luce tipazo tras el embarazo, lo hago realzando las bondades de hacer deporte, de seguir una alimentación saludable e indicando que no hemos de parecer modelos de Victoria´s Secret ni después de dar a luz, ni nunca, si no queremos o no podemos. Joder: yo no voy a medir 1,80 ni voy a pesar 55 kilos aunque me haga cien Crossfits a la semana.

No es necesario mandar aún más mensajes asfixiantes a las mujeres, que de forma inconsciente, se castigan por haber subido unos kilos de más durante el embarazo. ¿No es lo suficientemente maravilloso haber dado a luz? No: la sociedad dice que has de ser madre y delgada. Pues miren, señores: no. Ustedes disfruten de sus cervezas, de las tapas que las acompañan y de esa tripa cervecera que asoma por los botones inestables de sus camisas, que yo haré lo mismo. Todas lo haremos si queremos.

Me esfuerzo por no preguntar jamás a las mujeres que entrevisto si en sus planes entra ser madre -más que nada, porque nunca se lo preguntaría a un hombre- y si hablo de lo bellas que son, me aseguro que mencionar diez veces más lo inteligentes que son, porque eso es lo que realmente importa. Si aparecen vestidas con un “maravilloso abrigo camel de Max Mara, pantalones palazzo de talle alto, camisa de seda nude y un imponente bolso de Prada”, lo comento, pero si llevan en el bolso un libro, prefiero mencionar y hablar sobre este que sobre el atuendo que llevan.

Las revistas de moda siguen las tendencias, y si el feminismo está de moda, hay que aprovechar esta nueva oleada feminista. No hay que banalizar el feminismo, pero sí considero oportuno sacar provecho de esta situación e ir mandando unos mensajes que terminarán por construir el discurso venidero. Además, como dice el artista Ernesto Artillo, prefiero ver a las niñas con camisetas que rezan ‘Feminist’ antes que con tops que gritan ‘Princess’.

En resumidas cuentas, aunque escriba sobre fitness, belleza y moda, por mucho que trabaje en medios que pasan por el photoshop a sus modelos -al igual que el resto lo hacemos en nuestro Instagram a base de filtros-, lucho por defender que lo que importa es la mujer que lleva el vestido de marca, no el vestido en sí. Y también creo que las mujeres somos lo suficientemente inteligentes como para saber que la modelo de portada ha pasado por los filtros y por una sesión interminable de peluquería y maquillaje. Las revistas de moda son aspiracionales y jamás lucharé contra ello, pero sí lo haré para que manden mensajes feministas o para asegurarme de que yo misma no estoy promoviendo conductas o actitudes que considero patriarcales. Dicho lo cual, me voy a poner una BB cream, que voy a entrenar un rato. Sí: me gusta cubrir mis imperfecciones con cremas con color y voy al maldito gimnasio porque quiero estar buena -a mí lo de la endorfina como que me resbala-, y sigo siendo feminista, porque el maquillaje no puede ocultar el deseo de igualdad que en mí existe y que debería ser portada.