"Me llamo Muhammed Najem, tengo 15 años y vivo en la zona este de Gouta". Con esta sencilla descripción se presenta Muhammed ante el mundo. Su tweet fijado, sin embargo, nos pone los pelos de punta: "Sabemos que ya te has aburrido de ver nuestras fotos llenas de sangre, pero vamos a seguir dirigiéndonos a ti. Bashar Al-assad, "potin" y "khaminei" (nombres mal escritos, suponemos que se refiere a Putin y Khamenei) asesinaron nuestra infancia. Salvadnos antes de que sea demasiado tarde. Cómo es el mundo, que puede enviar máquinas a Marte pero no se puede hacer nada para que se deje de matar gente".
A los occidentales nos sorprende la crudeza de las palabras que Najem, pero si su mensaje es tan directo es porque su vida está en peligro DE VERDAD. Sus palabras impactan porque él no es el reportero de ningún medio de comunicación que pasará unos meses en el horror de la guerra y luego regresará a la tranquilidad de su hogar. Este chico está obligado a vivir en los escenarios que retrata.
Algunas de sus fotografías son sobrecogedoras. Bebés heridos, amigos muertos... ese tipo de fotografías gracias a las cuales nosotros iniciaríamos un interminable debate sobre la ética de este tipo de publicaciones, que faltan al respeto de los heridos. Nos enredaríamos en palabras porque no somos capaces de reaccionar. Pero la ética no existe en el mundo al que pertenece Muhammed.
Empeñado en llegar a esa gente aburrida de ver fotos de muertos (esos somos nosotros), este joven ha adoptado nuestro lenguaje (el de las selfies) para que la comparación sea inevitable: tú te retratas cenando en el McDonalds o en el espejo del baño de la discoteca, yo me retrataré ante las ruinas de mi colegio y junto al humo que dejan las bombas después de estallar.
¿Conseguirá que, por fin, reaccionemos?