Transporte, almacenamiento, mercado: los desafíos por resolver de la gran apuesta española por el hidrógeno

Solo tenemos 5.000 kilómetros de tuberías --y encima están casi todos fuera de Europa--. Nos faltan cerca de 195.000 más para completar el objetivo a nivel mundial, según los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Este es tan solo uno de los múltiples desafíos a los que se enfrenta el hidrógeno verde del que tanto se habla últimamente y por el que España no ha parado de aumentar su apuesta desde el año 2020.

Pedro Sánchez y Emmanuel Macron renovaron este jueves sus votos para construir el BarMar, el gasoducto que unirá por agua a ambos países. Ha sido el hidrógeno verde --un combustible todavía del futuro-- el que ha conseguido cambiar la histórica oposición de París a las interconexiones energéticas con España. "Lo hemos conseguido en un tiempo récord: 67 días", recordaba el Gobierno.

"Para la Comisión Europea este proyecto es una prioridad", insistía Cristina Lobillo, directora de Política Energética de la Comisión, durante el 'Día del Hidrógeno' organizado por Enagás esta semana."Dentro de unos años el hidrógeno será una mercancía más", vaticinaba Jorgo Chatzimarkakis, presidente de la asociación europea de Hidrógeno (Hydrogen Europe), durante su participación en el foro. Es decir, se espera que cuando se produzca ya en cantidades suficientes se desarrolle todo un mercado para su comercio y venta. Habrá una cotización del hidrógeno como la del petróleo, por ejemplo.

"Los flujos de comercio energético van a cambiar. Se van a reducir en la medida en la que se ha apostado por la autonomía en cada país", explicaba la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen este jueves. "Se espera que el hidrógeno represente el 35% de esos flujos en 2050. Se va a multiplicar por más de mil".

En ese futuro que se dibuja en Europa, España será un gran productor y punto de conexión. "En 2050 calculamos que España será capaz de producir 33 millones de toneladas de hidrógeno verde", aseguraba el consejero delegado de Enagás, Arturo Gonzalo. Son cinco veces más de lo que necesitará para su consumo interno. El resto se exportará. Nuestro país también servirá de enlace para conectar el hidrógeno producido en África.

Todo esto está por hacer. En el camino se espera una curva de aprendizaje, parecida a la que vivimos con la solar o la eólica, pero más acelerada por la necesidad europea de desligarse del gas ruso y cumplir con el objetivo de cero emisiones en 2050. Entre las muchas cuestiones pendientes figura el transporte, el almacenaje, la producción a gran escala, la maquinaria (los electrolizadores) y los materiales necesarios para su fabricación, las aplicaciones, el precio...

Cómo mover la molécula más pequeña del universo

El hidrógeno ya se transporta por gasoductos propios, pero es algo anecdótico. Queda pendiente desarrollar su infraestructura propia. Solo en España se deberían invertir 4.600 millones de euros, según los cálculos de Enagás, para construir las tuberías por las que circulará. Ahora mismo este gas no puede inyectarse en nuestro sistema de gasoductos: no están preparados. El trazado preliminar de esa red específica para el hidrógeno coincide en un 80% con la que ya existe para el gas natural. Es una buena noticia.

"Supone un ahorro de un 30% de costes y hasta un 50% de reducción de plazos de tramitación", según Enagás. La empresa ha identificado ya los tramos de gasoducto que se pueden reutilizar para transportar hidrógeno. "La ventaja de esta solución es el coste, pero la viabilidad técnica depende del material de la tubería", explicaba José Miguel Bermúdez, analista de energía en la AIE (Agencia Internacional de la Energía). No se podrá adaptar toda la red existente. Solo servirá en un 30%-50% la que tenemos, según la agencia.

¿Y si en lugar de mandarlo en forma de gas se transporta convertido en electricidad? Era una alternativa y requeriría reforzar las líneas eléctricas. Sin embargo, desde el sector del gas se asegura que el transporte por tubería es "entre dos y cuatro veces más barato" porque no se producen pérdidas en el camino --en la electricidad sí ocurre cuando los kilovatios viajan lejos--.

Además de gasoducto, el hidrógeno puede viajar en barco. Problema: hacen falta construir buques adaptados y no hay tanta capacidad naviera libre en el mundo. También habría que transformar las plantas de llegada en los puertos. Ahora mismo están preparadas para recibir gas natural licuado (GNL). Esta conversión al hidrógeno no se ha hecho nunca. "El cambio variará si se recibe hidrógeno o amoniaco. Y un tanque de hidrógeno es el doble de caro que uno de GNL", argumentaba Bermúdez de la AIE.

Luego queda pendiente la cuestión del almacenaje. En España hay proyectados dos almacenes para el hidrógeno en 2030: uno en País Vasco y otro en Asturias. Más adelante se sumaría el de Yela en Guadalajara. ¿Cómo se guarda? La opción más avanzada es la de las cavernas de sal, almacenamiento subterráneo. En nuestro país habría bastante capacidad. "Sin embargo, hace falta hacer más pruebas para ver su uso en ciclos de carga y descarga rápida", apuntaba Bermúdez. También son necesarios muchos más lugares. "Los proyectos de almacenaje anunciados solo cubren un 3% de las necesidades".

La parte industrial

La apuesta por el hidrógeno en Europa también aspira a poder generar una potente industria alrededor del sector. La tecnología existe, hay fabricantes de electrolizadores, pero China también está en esta carrera.

Para que el hidrógeno se convierta en una historia de éxito, "la clave está en la innovación", sostienen los expertos. "La transferencia de conocimiento es fundamental. Hay que mejorar la eficiencia y reducir la dependencia de los materiales críticos --y cuya producción depende mucho de China--", apuntaba María Retuerto, investigadora del CSIC. "Si queremos ser líderes en producción de hidrógeno no tenemos que centrarnos solo en que tenemos mucho sol, sino también generar nuestra propia tecnología, nuestros electrolizadores y nuestras pilas".

En España hay varias compañías que se dedican desde hace años a este negocio, pero son en su mayoría pequeñas. El Gobierno recientemente ha aprobado unas ayudas directas a cuatro proyectos elegidos por la Comisión Europea. “Contamos con todo lo necesario, empresas, talento e industria, para convertirnos en un referente del hidrógeno renovable a nivel mundial”, aseguraba la secretaria de Estado de Energía. De hecho hay un dato que el Gobierno no para de repetir: España atrae a uno de cada cinco proyectos de hidrógeno a nivel mundial.

Parece que hay interés inversor en Europa. "Hace unas semanas una empresa estadounidense anunció una inversión de 200 millones en Francia para fabricar electrolizadores", ponía de ejemplo Chatzimarkakis, de la asociación europea de hidrógeno. El sector podría jugar un papel relevante en el proceso de reindustrialización de la UE iniciado tras la pandemia.

Un invento antiguo

El uso del hidrógeno como combustible no es nada nuevo. Hace casi 200 años que el hombre sabe cómo generar electricidad combinando hidrógeno y oxígeno. El invento se rescató para solucionar la propulsión de los cohetes en la carrera espacial. El 99% del hidrógeno que se consume en la actualidad (en refinerías e industria química, principalmente) se extrae del gas natural. Dos problemas: contamina en su proceso porque emite CO2 y no ayuda a reducir la dependencia del gas que tiene Europa.

La versión renovable del hidrógeno se genera utilizando la energía del viento y el sol para romper la molécula del agua atrapando el H2 y liberando el oxígeno. Sirve para muchas cosas:

  • Sustituir el hidrógeno que contamina en los procesos industriales --lo que se dice descarbonizar--.
  • Generar electricidad cuando las renovables no pueden cubrir toda la demanda.
  • Almacenar energía.
  • Sustituir al gas natural.

Europa será detrás de China el lugar con más instalaciones renovables dedicadas a producir este hidrógeno verde en los próximos años, según la AIE. "España estará a la cabeza acaparando la mitad de este crecimiento en la UE".

Europa está determinada a liderar esta carrera. Es una misión, como diría la economista Mariana Mazzucato, que requerirá de mucha colaboración público-privada. Es también una apuesta arriesgada: en ese futuro del hidrógeno verde está casi todo por hacer.