El juicio contra Videla y Menéndez destapa los crudos relatos de la represión

AGENCIA EFE 22/07/2010 22:40

Tras veinticinco años de silencio, Videla se ha sentado de nuevo en el banquillo junto a una veintena de acusados para responder por el fusilamiento de treinta presos en la provincia de Córdoba durante la dictadura (1976-1983).

A lo largo del proceso se han escuchado dramáticos relatos de supervivientes y familiares de las víctimas, como los testimonios de los hermanos Jorge y Alfredo de Breuil.

Jorge de Breuil, de 60 años, relató hoy el calvario que vivió durante su cautiverio en cárceles clandestinas de Córdoba, incluido el momento en que, tras ser sometido a un simulacro de fusilamiento, se enteró de que la ejecución de su hermano menor, Gustavo, fue decidida con una moneda arrojada al aire en una "orgía de sangre".

Los tres hermanos de Breuil y su padre fueron secuestrados el 7 de agosto de 1975 por un "grupo armado" que ingresó en la residencia familiar y les condujo al Departamento de Informaciones Número 2, conocido como la "Gestapo cordobesa".

Jorge de Breuil explicó hoy cómo las condiciones de presidio empeoraron tras el triunfo del golpe militar, en marzo de 1976, hasta que derivaron en torturas y asesinatos.

El 12 de agosto de 1976, sus hermanos Alfredo y Gustavo fueron conducidos a un descampado de las afueras de Córdoba junto con Higinio Toranzo, militante del Partido Justicialista (peronista), y Miguel Hugo Vaca Narvaja, hermano de la actual embajadora argentina en México, Patricia Vaca Narvaja.

El único que sobrevivió a la matanza fue Alfredo de Breuil, quien salvó su vida gracias al macabro juego de los asesinos, que arrojaron una moneda al aire para decidir a cuál de los dos hermanos dejaban vivo para que volviera a la cárcel y contara lo sucedido a los demás presos.

"Me enteré ese mismo día de la muerte de mi hermano menor cuando Alfredo volvió. Estaba totalmente 'shockeado'", recordó hoy Jorge de Breuil, que durante su cautiverio fue "estaqueado" (atado de pies y manos, boca arriba) y recibió "descargas eléctricas y golpes de todo tipo, incluso en los oídos con guantes de boxeo".

"He visto cómo los militares apuñalaban presos y hasta cómo dejaron parapléjico a uno de ellos", denunció de Breuil en el proceso contra Videla, condenado ya a prisión perpetua en el histórico juicio a las Juntas Militares.

Esta vez, Videla, de 84 años y enfermo de cáncer, ha vuelto a levantar la voz para justificar los crímenes de la dictadura y ha tenido que mirar cara a cara a algunas de las víctimas desde su asiento en la primera fila del sector reservado a imputados.

En una de las audiencias del juicio, el primer presidente de la última dictadura asumió su responsabilidad en lo que consideró "una guerra contra la subversión" y planteó que el tribunal cordobés carece de "competencia y jurisdicción" para juzgarle.

Apenas cruza palabra con su "vecino" Luciano Benjamín Menéndez, otro represor más entrenado que él en juicios por delitos de lesa humanidad, y escucha los testimonios como si se tratara de acusaciones ajenas, como si no estuviera, hasta el punto de que en una de las audiencias llegó a quedarse dormido ante los jueces.

El primer presidente de la dictadura parece ahora resignado a una nueva condena y es consciente de que no llegará otro Carlos Menem con el indulto debajo del brazo, como ocurrió en 1990, cuando el ahora senador le dejó en libertad hasta que fue detenido de nuevo, en 1998 en la causa abierta por apropiación de hijos de víctimas.

Pocos días después de su arresto, un tribunal aceptó que el teniente general cumpliera prisión en su apartamento del barrio porteño de Belgrano hasta que una década más tarde fue trasladado a una cárcel militar.

Cuando termine el juicio de Córdoba, considerado uno de los más importantes procesos contra la represión después del Juicio a las Juntas, Videla tendrá que afrontar otro en Santiago del Estero (norte del país) por el asesinato de un estudiante en 1976, otra de las múltiples causas en su contra.

No hay salida en su laberinto. La suerte de quien definió como "una incógnita" a los desaparecidos está echada.