Arran lo ha vuelto a hacer. Jóvenes encapuchados, vestidos de negro, han pintado la puerta de entrada de la casa del juez Llarena de amarillo. Señalar a este juez que ya sufrió pintadas a las puertas de su casa en Cerdanya y ahora ha vuelto a sufrirlas.
Es un acoso constante a la figura de la judicatura que se ha convertido en el rostro de la justicia ante el independentismo catalán. Su defensa provocó incluso un conflicto importante entre el Gobierno y la oposición y obligó a la ministra a cambiar su postura inicial y ampararlo.
Lo cierto es que las pintadas y amenazas a esta figura judicial ya han sido criticadas con dureza por el ámbito judicial y en las redes se comparan ya estos hechos con la noche de los cristales rotos de triste recuerdo. Marcar las casas nunca fue señal de libertad de expresión.
Desde Arran se justifican los hechos señalando que han vuelto a señalar que Llarena y el sistema que le apoya porque "son los responsables de cada presa y exiliada política, juicio que gana la banca, sentencia que tolera violaciones. De cada desahucio, de cada militante antifascista detenida". Una mezcla difícilmente digerible y que sirve ahora de coartada.
La Asociación Profesional de la Magistratura (APM), ha calificado en la redes como lamentable el ataque de Arran al domicilio del juez Llarena. "Es intolerable este tipo de actitudes intimidatorias, señalando la casa particular de un magistrado. Basta ya".
Las redes reaccionan