El exilio birmano aguarda un aumento de la represión tras los comicios

AGENCIA EFE 03/11/2010 08:18

"Volverán a la vía dura. Las elecciones les darán algo de legitimidad. Luego, intensificarán los arrestos y también los combates con las guerrillas", asegura a Efe Aung Myo Thein, uno de los líderes de las protestas estudiantiles de 1988 exiliado desde 2008 en Mae Sot.

En esta localidad tailandesa fronteriza viven centenares de birmanos en los campos de refugiados, buscando trabajo o intentando vender productos de contrabando como cigarrillos sin cruzar del todo el paso.

"Aung San Suu Kyi (la líder opositora y Nobel de la Paz bajo arresto domiciliario desde 2003) será liberada pronto. El régimen quiere hacer gestos. Pero después de las elecciones, la detendrán otra vez a la mínima ocasión", anticipa Aung Myo Thein.

Este veterano disidente encabeza la Asociación de Atención a los Presos Políticos de Birmania (AABBP) que desde Mae Sot asiste a los 2.100 birmanos encarcelados en prisiones del país.

"Tenemos una red secreta de confidentes con la que conseguimos información, seguimos el estado de los presos, y les hacemos llegar comida y medicinas", explica el refugiado.

En la sede de la entidad se hace inventario de la represión que sufre la oposición democrática en un pequeño museo cuyo acceso es idéntico al que cruzan los reclusos al entrar en las celdas de las prisiones birmanas.

"Aquí tenemos las fotos de los 144 presos que sabemos que han muerto en la cárcel por torturas o malos tratos", dice Khin Cho Myint.

Esta mujer, de 28 años y apodada "Zulu", guía a los visitantes por la exposición y traduce textos para la (AABBP) desde que huyó en 2008 de Birmania (Myanmar).

"Zulu" emplea fotos, una maqueta de la prisión de Insein y la reproducción de una de sus celdas para explicar las vicisitudes de los presos, desde el interrogatorio inicial -torturas incluidas- hasta los trabajos forzados, pasando por el menú a base de arroz y verduras del notorio penal de Rangún.

"Bueno, agua que sabe a verduras", se corrige "Zulu", que conoce de lo que habla.

La mujer pasó cuatro años y nueve meses en Insein por sumarse en 1998 a las manifestaciones para conmemorar la revuelta estudiantil de diez años antes.

Dejar de vivir entre rejas no le permitió recuperar toda la libertad y, tras no poder culminar sus estudios de Física por falta de dinero, se exilió ante el acoso y vigilancia a la que la sometían los servicios de inteligencia birmanos.

"En dos años he conversado en cinco ocasiones con mi familia. Las últimas veces tuve que hablar con mi sobrino de 9 años porque mis hermanas no aceptan mis llamadas por miedo", comenta "Zulu".

A pesar de querer conseguir algún reconocimiento externo a su proceso electoral, los excesos de la Junta no cesan.

Un nuevo informe de la AAPPB señala que en lo que va de año se han producido hasta 828 violaciones de los derechos humanos, 202 de ellas relacionadas con las elecciones, como amenazas y privación de participar en la votación, aunque la mayoría siguen siendo trabajos forzados, expropiaciones ilegales e impuestos arbitrarios.

"Es una manera educada de decir extorsión. Te dicen: 'paga o te quemamos la casa', por ejemplo", explica Aung Myo Thein.

Después de pasar seis años y medio en la cárcel y once como enlace secreto con la disidencia en Tailandia, el activista huyó de Birmania en 2007, cuando ocurrió la llamada Revolución del Azafrán liderada por los monjes budistas y sofocada sin piedad por los soldados birmanos.

"El exilio me recomendó que me fuera porque iba a haber detenciones y podía poner en riesgo a toda la red", relata Thein.

Como el resto de refugiados políticos, tiene escasa confianza en que las elecciones traigan algún progreso: "Veremos qué pasa, a ver si podemos confiar en volver sin que haya represalias. Algún día regresaremos, pero todavía no. De momento, seguiremos aquí, haciendo informes y ayudando a los presos."

Jordi Calvet