Maniobras militares en un pueblo afgano de... Zaragoza

José Vallés 02/11/2012 15:54

Fuera ya de los barracones comprobamos de día la impresionante dimensión del ejercicio al que vamos a asistir y que por la noche sólo pudimos atisbar en la oscuridad. La configuración del campamento, en el que se alojan los más de 700 militares participantes, te sitúa inmediatamente en cualquier misión exterior. Controles de entrada con alambres de espino, carteles con códigos de alerta... El interior muestra una perfecta organización logística practicada durante años. Pero la imagen que te pone en situación para la jornada que vamos a vivir está en el exterior.

Decenas de soldados ponen a punto los aproximadamente doscientos vehículos militares que participan del ejercicio multinacional Interdict 2012 que se celebra entre el 26 de octubre y el 2 de noviembre en Zaragoza. Los hay de todas clases, ligeros, pesados, BMR, Linces, RG-31, vehículos anfibios... Pero las estrellas de las prácticas son los vehículos que se han traído los americanos desde sus bases en Alemania.

Máquinas enormes, con potentes grúas, rodillos y radares, preparadas para atravesar los peligrosos caminos afganos sin más miramiento que ir detonando las bombas que les pongan por delante. Tienen presupuesto de sobra para ello, comentan sus compañeros españoles del ejercicio. Los nuestros, en parte porque cuentan con muchos menos medios y en parte porque prefieren el trabajo fino, son partidarios de localizar los peligrosos IED (artefactos explosivos improvisados), para desactivarlos y así aprender de las nuevas técnicas de los “malos”. “Son cada vez más sofisticadas”, nos comentan desde el general Godoy, Jefe del Mando de Ingenieros de Salamanca, máximo responsable del ejercicio, hasta los desactivadores de explosivos más expertos, como el sargento 1º Manseño, del RING 7 de Ceuta. “Nosotros mejoramos nuestras técnicas y procedimientos, y ellos a su vez nos estudian y cambian sus tácticas lo que nos hace variar esas técnicas y procedimientos continuamente”. Por eso la importancia de estos ejercicios multinacionales en los que todas las unidades ponen en común sus experiencias sobre el terreno, observan los aciertos y los errores de las prácticas e incorporan lo aprendido a las futuras misiones.

Para lograr el máximo realismo el Ejército tiene en Zaragoza uno de los mayores campos de maniobras de toda Europa, el centro de San Gregorio. Aquí se ha reproducido para este ejercicio la provincia de Baghdis. Desde el puesto de mando se dirigen todos los ejercicios, que aparecen plasmados sobre un mapa del campo de San Gregorio en el que están marcados los perfiles de la provincia afgana, sus poblaciones y sus rutas. Los monitores muestran las actividades controladas vía satélite.

Pero el colmo del realismo lo encontramos a varios kilómetros del campamento: una reproducción bastante fiel de un auténtico pueblo afgano. A las calles, casas y mezquitas, con minaretes incluidos, hay que añadir unos figurantes vestidos de afganos de lo más creíble. No se trata de las típicas figuras de cartón piedra a las que acribillar a balazos si son el malo o dejar indemne si son el bueno.

Son soldados de la unidad OPFOR del Centro Nacional de Adiestramiento (CENAD), a los que te puedes encontrar vestido de policía afgano, de insurgente, de tendero o tapado/a con un burka, vestimentas todas ellas traídas de Afganistán. Su papel es fundamental porque están adiestrados para actuar como la población local. Si la unidad que realiza la práctica tiene como misión localizar explosivos en alguna de las casas del vecindario, la de la OPFOR es actuar como lo harían los residentes locales: se muestran reacios u hostiles al registro, ponen dificultades de todo tipo, complican el trabajo de los soldados.

Los responsables de la maniobra tienen claro que el éxito de la misión no pasa sólo por saber desactivar los explosivos sino por ganarse a la población y conseguir que colabore, por eso esta parte del ejercicio ocupa tanto tiempo como las demás y es una de las más valoradas por los observadores internacionales que quedan perplejos con el realismo conseguido.

Para quien no ha estado en una de estas maniobras se hace extraño comprobar cómo una misión consistente en un registro de viviendas, limpiar de posibles artefactos el tramo de una carretera, o desactivar una bomba trampa, bien puede emplear una jornada entera o incluso dos. Nada que ver con las películas americanas a las que estamos acostumbrados.

El trabajo real en las misiones es mucho más laborioso, detallado y sobre todo prudente de lo que imaginamos. La razón es evidente: la seguridad. El enemigo acecha en cada esquina y cada vez con más ingenio. Espía cada movimiento, cada procedimiento, cada rutina empleada por las tropas de modo que lo que hoy sirve mañana ya no. Por eso todos los participantes consultados destacan lo importante que es para ellos participar en estas maniobras. Se juegan la vida en ello porque pronto les tocará estar allí y no tendrán margen de error. En el puesto de mando no paran de destacar la buena organización y los buenos resultados del Interdict 2012, pero cada comentario acaba con un resignado “quizá sea el último, tal como están las cosas no sabemos si el año que viene habrá presupuesto para realizar otro”.