Es la hora del desayuno y nuestra primera cafetería está bastante llena. Antes de empezar con la prueba hemos hablado con el propietario y los camareros para que hagan la vista gorda cuando nos encendamos un cigarrillo. Pedimos un café en la barra y encendemos el pitillo. Nadie reacciona, pero un señor al lado del fumador empieza a mirar con mala cara. Tose, vuelve a mirar el cigarrillo, y vuelve a toser. Pero ningún comentario, ni al fumador, ni al camarero. El resto de la clientela no dice nada.
Repetimos la prueba en otra cafetería. Aquí un grupo de clientes pasa delante de nuestro fumador. Tampoco hay reproches, tan sólo miradas y alguna sonrisa. Sin embargo el camarero nos dice que al otro lado de la barra alguien le ha comentado que estábamos fumando.
Esta vez trasladamos el experimento a la puerta de un hospital. Empezamos a fumar a dos o tres metros de la entrada del edificio. Dos hombres charlan al lado, pero no comentan nada. Alguien se acerca para decirnos algo: ¿perdone, tiene fuego? Eso sí, este señor continúa fumando algo más alejados de la entrada que nosotros. Decenas de personas pasan delante de nuestro cigarrillo, pero nadie nos llama la atención.
La prueba la repetimos en otra cafetería y en una cervecería con ambiente más nocturno"y el resultado es el mismo. Los fumadores salen a fumar aunque nosotros lo hagamos dentro, y los no fumadores prefieren no decir nada. Porque no molesta, por no buscar una discusión o porque la ley lleva pocos días". El caso es que no hay muchas reacciones.
De momento, durante la primera semana con la nueva ley, sólo un millar de denuncias anónimas, aunque el número de infracciones es casi anecdótico. Solo con el paso del tiempo sabremos si los españoles nos volvemos más intolerantes ante los malos humos.
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