Gonzalo López Alba reivindica el oficio periodístico en su novela 'Los años felices'

EUROPA PRESS 22/11/2014 13:49

Con esta obra, López Alba, cronista político desde 1982, quiere ofrecer "unas horas de lectura entretenida y amena" pero también una panorámica general de los últimos 40 años de la historia de España, desde la Transición hasta el comienzo del Gobierno de Mariano Rajoy, en plena crisis, vista desde los ojos del periodista Fausto Aretino y de sus amigos Esmo Buenaventura y Ovidio Mendía.

En una entrevista con Europa Press, López Alba ha explicado que la trayectoria vital de los personajes discurre en paralelo a la vida del país y es un reflejo de "lo que le ha pasado a cientos de miles de españoles", que disfrutaron de las nuevas oportunidades de la etapa democrática y de los años de prosperidad económica para luego verse golpeados por la crisis y castigados por el paro y las deudas.

Uno de los problemas a los que se dedica una atención especial en la novela es la falta de oportunidades para los jóvenes, que, según su autor, están en "una especie de viaje en el túnel del tiempo". En su opinión, están viviendo experiencias "muy similares a las de sus abuelos", teniendo que emigrar en muchos casos para poder trabajar, y con el "agravante" de que la de ahora es la generación mejor preparada de la historia de España.

En cambio, Fausto Aretino, como muchos españoles de su generación, parte de una posición muy humilde y logra, aunque con mucho esfuerzo, conquistar sus sueños y alcanzar el éxito profesional, en su caso en el mundo del periodismo.

Según López Alba, la evolución profesional y personal del protagonista --que, lejos de encarnar el ideal romántico del periodista, se acaba corrompiendo y alejándose de la ética que exige la profesión-- debe llevar al lector a la reflexión, al igual que la trayectoria de otros personajes que no actúan de manera honesta ni honrada.

EL PERIODISMO SECUESTRADO POR EL ESPECTÁCULO

Aunque Aretino se corrompe, finalmente acaba redimiéndose para limpiar su mala conciencia, y en el libro "hay una intencionalidad última de reivindicación del oficio de periodista en un momento en que no pasa precisamente por sus mejores horas", ha manifestado el escritor.

A su juicio, actualmente el periodismo "ha sido secuestrado por el espectáculo de la comunicación", de manera que muchos profesionales "se han dejado arrastrar por los cantos de sirena de la notoriedad y del dinero", mientras que otros "han primado el negocio periodístico sobre el periodismo".

Para el autor de 'Los años felices', el periodista no debe jugar a ser protagonista, sino actuar únicamente como "testigo, analista e intérprete" de los hechos, y los medios de comunicación deben recordar su triple función de "informar, formar y entretener" en un momento en el que lo que se ofrece es "entretenimiento con poca información y menos formación".

LA CRISIS COMO UNA OPORTUNIDAD

Otro error en el que, a su entender, han caído los periodistas es haber "vivido demasiado tiempo al pie de los despachos y de las ruedas de prensa". "Seguramente tendríamos que haber vivido más a pie de calle, de los problemas y las inquietudes de los ciudadanos", ha añadido, identificando este comportamiento como una de las causas del descrédito y la crisis en que están sumidos los medios.

Sin embargo, López Alba ve la crisis como una oportunidad porque, si bien se han cerrado muchos medios, también se han abierto muchos otros, en su mayoría digitales. Unos nuevos medios que, aun funcionando "en condiciones muy precarias", ofrecen a los profesionales la posibilidad de ser "más autónomos e independientes", al sobrevivir con micromecenazgos o con las cuotas de los asociados en lugar de "depender de las grandes empresas o los grandes anunciantes, que son los que te condicionan", ha señalado.

En definitiva, considera que este oficio "sobrevivirá por encima de todas las cosas porque siempre va a hacer falta alguien que te cuente lo que ha pasado en un sitio donde tú no estabas". En este contexto, ha rechazado la idea de que "todo el mundo puede ser periodista, ya que para serlo se necesita una cualificación profesional de la que carece, por ejemplo, un 'tuitero' que se puede "dejar llevar por una primera impresión" o que solo ve los hechos "desde un ángulo".