No hay más que fijarse en las manos que se aferran fuertemente a las barras del metro o del autobús para ver los destellos de su falsa apariencia. Son relojes que costarían en muchos casos más de 6000 euros y visten muñecas en las que parecen sentirse extraños.
Las prestigiosas firmas hasta ahora "prohibidas" para la inmensa mayoría marcan el tiempo de trabajadores, de gente normal y corriente que nada tiene que ver con el lujo. Los relojes mueven en el top manta millones de euros al año en un mercado negro que se basa en el fraude y en la explotación que ejercen las mafias en talleres clandestinos de China y del sureste asiático.
Internet se ha convertido en un amplio escaparate en el que poder dar salida a estas réplicas. Un equipo de reporteros ha contactado con uno de estos piratas de la relojería que oferta los últimos modelos de marcas millonarias a precios al alcance de cualquier mortal.
Las marcas se quejan del daño económico que les hacen las falsificaciones, pero sobretodo del daño al prestigio y al buen nombre que se han labrado durante años fabricando exclusividad. Sus clientes tradicionales, ricos que buscan lujo y distinción, han huido en busca de firmas menos conocidas pero igual de prestigiosas que no están siendo masivamente copiadas.
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