El fantasma de unas nuevas ‘revueltas del pan’ sobrevuela un Túnez en coma

  • Los profesionales del sector decretan una huelga nacional para exigir al Gobierno los subsidios atrasados durante más de un año y el presidente autocrático Kais Saied cede dos días después. “El problema sólo se ha aplazado”, advierte la prensa local

  • No sólo escasea el pan: también la gasolina, el azúcar, el agua embotellada, los huevos, la leche y la harina. Las colas son habituales en los supermercados y las gasolineras de las ciudades tunecinas

  • En el recuerdo, las revueltas del pan de comienzos de los 80, que sacudieron al régimen Habib de Bourguiba y dejaron más de 70 muertos en las calles de Túnez

Inmerso en plenos estudios de Derecho Público en la Universidad de Túnez, el actual presidente Kais Saied (Túnez, 1958) fue testigo directo de las conocidas como revueltas del pan, que a caballo entre 1983 y 1984 sacudieron el régimen del nacionalista Habib Bourguiba. Los disturbios costaron la vida a más de 70 personas, además de dejar centenares de heridos, en las calles de la capital tunecina. El régimen había decretado un incremento del 100% del precio del pan y la harina como consecuencia de las exigencias de austeridad del FMI.

Casi 40 años después, Saied, más dictador que presidente elegido en las urnas tras su autogolpe de julio de 2021, no quiere verse inmerso en una situación parecida. Con la rápida reacción de su Gobierno, el hermético profesor de Derecho Constitucional parece haber logrado poner fin a la huelga que los profesionales de la panadería subvencionados por el Estado decretaron el pasado martes.

Reclaman al Gobierno las ayudas correspondientes a 14 meses,  esto es, más de 250 millones de dinares tunecinos (casi 78 millones de dólares), según los sindicatos. “Ya hace tiempo que no se nos pagan las compensaciones. Es complicado para nosotros. Las fábricas de harina eran conciliadoras hasta hace poco. Nos permitían pagar uno o dos meses más tarde, el tiempo que el Estado tardaba en pagar los subsidios”, relataba Mohamed, panadero tunecino, a la francesa Radio France Internationale el pasado mes de marzo, apenas semanas después del inicio de la invasión rusa de Ucrania. 

La cesión del Gobierno compromete el proceso de retirada progresiva de las subvenciones a los productos de base, como le exige el Fondo Monetario Internacional en el marco del acuerdo alcanzado el pasado fin de semana. De acuerdo al acuerdo preliminar, que la institución deberá aprobar el próximo mes de diciembre, Túnez recibirá un préstamo por valor de 1.900 millones de dólares, lo cual deberá permitirle acceder a la financiación internacional.  

La crisis económica tunecina se prolonga desde hace más de un lustro. El deterioro de la situación tras la pandemia del covid-19 y la crisis energética y alimentaria internacional de los últimos meses, con una inflación que ha alcanzado el 9% en la pequeña república árabe este verano, le ha dado la puntilla a las finanzas públicas y domésticas. El temor a que el país magrebí, que cuenta con una población de 12 millones de habitantes, deje de pagar la deuda –superior al 100% del PIB- es más que real.

La promesa lanzada por el Ejecutivo en las últimas horas a los panaderos, asegurándoles que pagará lo que les adeuda –empezando por cuatro de esos meses atrasados antes de final de año- ha logrado que estos desconvoquen la huelga.

Pero “el problema está lejos de haberse solucionado: lo que se ha hecho es aplazarlo. Es razonable esperar nuevas huelgas y bloqueos con el inicio de 2023, que se espera caliente, caliente”, advierte este jueves el digital Kapitalis, uno de los principales del país norteafricano.

La escasez y el incremento de precios de los cereales como consecuencia de la guerra en Ucrania –el 80% del trigo que se consume en Túnez es importado- pone desde hace meses al límite a los profesionales y clientes.

Escasez de alimentos básicos

No es sólo el pan: escasea la gasolina, el azúcar, la harina, la leche, los huevos o el agua embotellada desde hace meses. “La situación es muy tensa en las calles de Túnez”, relata a NIUS Ismail Bensaid, un marroquí residente en la capital tunecina desde hace una década, donde se ha desempeñado en el ámbito de las organizaciones no gubernamentales y los derechos humanos.

Bensaid relata desde la capital tunecina cómo es la vida cotidiana para la población: “Hay una gran inquietud, los vecinos, nosotros, seguimos yendo a los supermercados con la esperanza de encontrarlos nuevamente abastecidos, pero nos toca esperar”.

“Hay dos zonas con especiales turbulencias, la comuna costera de Zarzis, en el sureste, donde miles de personas se han manifestado para pedir a las autoridades una respuesta ante la desaparición de 18 migrantes en el mar, y el barrio de Ettadhamen, una zona desfavorecida de la capital donde se están produciendo choques entre la Policía y los jóvenes”, detalla el joven a este medio.

Al margen de los alimentos escasea en Túnez el carburante. Según la predicción del secretario general de la Federación General del Petróleo, hace una semana sólo quedaba combustible en stock para diez días. Las colas en las gasolineras, al igual que en los supermercados, son una constante en las últimas semanas.

Los tunecinos comienzan a echarse a la calle

La calle se exaspera y ha comenzado a organizarse tras largos meses de impasse. En el ánimo general predominaba la voluntad de conceder a Saied tiempo para enmendar un sistema político bloqueado y enderezar el rumbo económico. A pesar de haber gobernado sin Parlamento –disuelto definitivamente en marzo de este año- y a golpe de decreto, el veterano profesor de Derecho se ha visto incapaz de mejorar las condiciones de vida cotidianas de los tunecinos.

No en vano, el pasado sábado 15 de octubre las calles de Túnez registraron una nutrida concentración que exigía la salida del “dictador” Saied del poder y reclamaba a las autoridades soluciones a la crisis económica. La convocatoria estuvo liderada por el Frente de Salvación Nacional, una coalición en la que se integra la principal formación política de Túnez, los islamistas de Ennhada (primer partido de la disuelta Asamblea de Representantes del Pueblo).

Lejano, muy lejano queda el recuerdo de la revolución de los jazmines, que a comienzos de 2011 logró, sin el derramamiento de sangre, la partida de Zine el Abidine Ben Ali y el inicio de un período de transición democrática. Túnez se convirtió durante años en el modelo de una democracia árabe que tendría que enfrentarse no sólo a la incapacidad de las fuerzas políticas elegidas en las urnas sino a una sucesión de crisis económicas que han acabado enterrando el sueño. 

A pesar de la reacción de Kais Saied -otra cosa es que las finanzas del Estado le permitan cumplir con la promesa- la situación es dramática en el país norteafricano, que se adentra en el terreno desconocido de una nueva dictadura y carece de los mimbres productivos con los que recuperar su economía. Como consecuencia del escenario, el hambre está empujando a cada vez más familias a las aguas del Mediterráneo con el sueño de alcanzar las costas de Europa, con un balance dramático de muertes y desapariciones. El otoño será necesariamente turbulento en Túnez.