Así se gestó el aislamiento prebélico a Rusia

  • Indonesia ha roto un contrato mil millonario con Moscú para importar aviones de guerra por la presión de Estados Unidos

  • Se une así a países como Filipinas y Malasia, en una guerra económica que se acentuó en 2017

  • Una de las batallas por la hegemonía se libra en el Indo-Pacífico: lo que suceda en Ucrania podría definir el futuro de China y Taiwán

La respuesta de varios países, con Estados Unidos a la cabeza, a la invasión de Rusia en Ucrania ha llegado por medio de la imposición de fuertes sanciones económicas. Desde el Kremlin, Maria Zakharova, la portavoz del ministro de Asuntos Exteriores, Sergey Lavrov, se mostró contrariada con las medidas, a las que calificó de ilegales en una entrevista a SBS Australia concedida el miércoles, un día antes del comienzo de la incursión militar en terreno ucraniano. En ella también manifestó el sentir de su Gobierno: “Occidente está inventando nuestra reputación, pero la vuestra está manchada de sangre”.

En la pugna histórica de estos dos bloques antagónicos, definidos a grandes rasgos como Occidente y Oriente, ya no hay buenos buenísimos y malos malísimos. Tantas décadas de discrepancias han dejado un barullo de responsabilidades y justificaciones que otorgan a cada perspectiva la sensación de ser poseedores de la verdad absoluta. Y en este desierto de subjetividad, un oasis objetivo: ninguna de las partes está libre de culpa. Las recientes sanciones económicas impuestas a Rusia descartan, por el momento, una respuesta militar a la invasión y han supuesto un paso más en la estrategia sancionadora que desde hace años aplican EE.UU. y Europa para aislar económicamente a Moscú. Uno de los ejemplos más recientes es la presión que han ejercido en Indonesia y Filipinas para evitar que adquieran aeronaves de guerra que ya tenían apalabradas con los rusos.

A mediados de este mes, el Ministerio de Defensa indonesio hizo públicos dos contratos para comprar aviones de combate por valor de 20.000 millones de euros (42 cazas ligeros bimotor Rafale a Francia y 36 cazas pesados F-15 Eagle a EE.UU). Existen sendas peculiaridades en ambas operaciones, por un lado, se confirma que Indonesia es uno de los países que más se están reforzando militarmente en Asia-Pacífico, por el otro, se reafirma el éxito de la presión estadounidense para evitar que Rusia salga beneficiada de este tipo de negocios y, al mismo tiempo, para ampliar su propia cuota de mercado. ¿Cómo ejecutan esta estrategia? Mediante la amenaza de sancionar económicamente a aquellos países que adquieran material bélico ruso, iraní o norcoreano. Ante tal situación, Indonesia ha roto un contrato de 2018 con el Gobierno de Vladimir Putin para importar 11 cazas pesados y ha firmado uno 20 veces mayor con Francia y EE.UU. Todo lo que signifique no ser sancionado hace que a Indonesia le ‘salgan las cuentas’ aunque queden en números rojos.

Ley estadounidense para contrarrestar a los adversarios

Esta iniciativa nace de la 'Ley para contrarrestar a los adversarios de EE.UU. mediante sanciones económicas’ (CAATSA), una norma aprobada por el Senado estadounidense en 2017, firmada por el expresidente Donald Trump y aplicada por primera a vez a China con reciprocidad. En 2018, EE.UU. anunció sanciones económicas al gigante asiático por adquirir en 2015 cazas pesados rusos, Sukhoi Su-35, y sistemas de defensa aérea. Cuando la portavoz rusa, Zakharova, abrió los ojos y frunció el ceño un día antes de la intervención militar de su país en Ucrania para catalogar de ilegales las sanciones económicas, probablemente no se refería solamente a las originadas -y esperadas- antes y después de la incursión de su ejército en suelo ucraniano, sino también a las que se llevan a cabo desde hace cinco años y les ha causado perder miles de millones de dólares. Indonesia hizo público por medio de su ministro de Defensa y del portavoz del Ministerio de Comercio que EE.UU. estaba tratando de intervenir en su acuerdo con Moscú, y del deseo de respetar su contrato pasaron a virar con resignación hacia Washington y París.

En su rechazo a hacer negocios de material bélico con Rusia, Indonesia ha seguido los pasos de Filipinas después de que el país vecino viviera una situación idéntica en 2018, cuando su Ministerio de Defensa se echó atrás y canceló un contrato con Moscú para acabar adquiriendo 16 helicópteros Black Hawk a Washington. Malasia también certificó un gran acuerdo con EE.UU. en 2016 y las relaciones con sus clientes anteriores se vieron afectadas tras problemas técnicos de cazas rusos adquiridos a comienzos del año 2000. Por el contrario, China sigue siendo el país que más armamento importa de Rusia en la zona (el segundo del mundo tras Argelia), la India de Narendra Modi cuenta con un acuerdo de cooperación militar hasta 2030 con Putin y países como Laos, Vietnam o Myanmar, se siguen nutriendo de material bélico ruso. Las buenas relaciones que el presidente ruso mantiene con los mandatarios de varios países de la zona Asia-Pacífico, unido al frente común contra EE.UU y sus aliados que comparte con China, convierten al Indo-Pacífico en el segundo foco más importante del pulso por la hegemonía que mantienen China y Rusia con EE.UU., Europa y aliados como Japón o Australia.

La estrategia de la Primera Cadena de Islas

Uno de los países de la zona a los que EE.UU. vende material bélico con más asiduidad es Taiwán. Así ha sucedido desde el presidente, Jimmy Carter, a finales de los años setenta hasta Joe Biden en la actualidad, pasando por todas las Administraciones intermedias. El Indo-Pacífico observa con recelo lo que sucede en Ucrania y, especialmente, la respuesta estadounidense, ya que podría ser un calco de la que ejerzan en caso de que China opte por invadir Taiwán, a la que considera una provincia rebelde. Controlar su soberanía no es el único objetivo de Pekín, ya que una hipotética presencia en la isla rompería la denominada barrera de la Primera Cadena de Islas que va desde Japón hacia el sur, pasando por Taiwán y Filipinas, hasta llegar a Indonesia y Malasia. Estos archipiélagos son clave en materia de defensa estadounidense y china por varias razones.

Además de ser fundamental para la cadena mundial de suministros, desde la perspectiva del Gobierno de Xi Jinping, esta cadena bloquea el fácil acceso al Océano Pacífico del Ejército Popular de Liberación (EPL) por mar y aire. Ya sean sus navíos o sus aviones, sus fuerzas están obligadas a pasar por zona hostil (en la actualidad, su mayor influencia viene de Washington). Ocupar Taiwán significaría controlar un enclave fundamental para abrir vías hacia el Pacífico, aunque no sean suficientes, ya que una vez superado, se toparían entonces con la Segunda Cadena de Islas, entre las que se encuentra Guam, un territorio estadounidense incorporado que cuenta con una potente base militar. Ambas cadenas son ubicaciones de defensa avanzada estadounidense, por eso, a efectos estratégicos, Taiwán es clave para EE.UU. y su argumentación para ayudar ante un potencial ataque por parte de China iría más allá de la mera defensa de la soberanía del país.

El ataque militar de Rusia a Ucrania transciende más allá de Europa ya que la histórica calma tensa entre los dos bloques se ha roto. Las sanciones económicas que se llevan aplicando durante años -intensificadas en los últimos días-, el comercio armamentístico o las diversas intimidaciones rusas y chinas (ya sean militares, de ataques informáticos, de injerencias democráticas…) han acabado evolucionado en una guerra. La comunidad internacional está pendiente de Ucrania, aunque también tiene los ojos puestos en el Indo-Pacífico.