El verano caliente en la Casa Blanca

Pilar García de la Granja 31/07/2017 17:37

La Casa Blanca funciona como el Comité de Dirección de una empresa familiar, argumenta todo el mundo –y con mucha razón– en donde Donald Trump se ha caracterizado por actuar bajo la máxima “ordeno y mando”. El populismo a la americana en vena. En seis meses el presidente de Estados Unidos ha vivido 4 crisis en la Casa Blanca con sus principales asesores como protagonistas, incluido el cese fulminante de su gabinete, su jefe de prensa, su asesor en materia de seguridad nacional y el cese de su jefe de campaña, a lo que hay que sumar el escándalo de su hijo mayor en el denominado #RusiaGate y de su yerno.

En materia de política pura, la relación con su partido, el Republicano, no podía ser peor. No ha conseguido sacar adelante sus dos promesas estrella: ni la modificación del #ObamaCare ni la reforma fiscal. Respecto de la primera, que es la ley que firmó el presidente Obama para que, por ley, todos los estadounidenses comprasen un seguro de salud privado, tras cuatro intentos el Senado la echó abajo. Trump amenaza en Twitter a los republicanos con hacerles pagar a ellos también el seguro médico privado –que a día de hoy les paga el Estado–. Respecto de la reforma fiscal por la que había prometido bajar el impuesto de sociedades del 30% al 15% y los impuestos a las clases medias, aún no hay ni propuesta presentada.

A cambio, sí se han producido algunos cambios menores, como las sanciones a Rusia y la dotación con algo más de 1.000 millones de dólares de un presupuesto especial para terminar el famoso “muro” con la frontera de México. También se han anunciado políticas de luchas contra las maras, y de momento se mantiene el sistema DACA para los inmigrantes.

Durante los primeros seis meses de mandato, la situación económica estadounidense lo cierto es que es inmejorable. A la subida de los principales mercados accionariales se le suma el fenomenal dato de desempleo, en el 5%, es decir, que técnicamente hay pleno empleo en Estados Unidos y anuncios recurrentes de inversión de empresas americanas y extranjeras en suelo americano. Se supone que esta era parte fundamental de #MAGA (Make America Great Again). Pero no suficiente.

En materia de política internacional el caos también es evidente. No hay una línea clara de qué se quiere hacer y cómo, más allá de la retórica belicista contra Corea del Norte. La buena sintonía entre el primer ministro japonés y el presidente de Estados Unidos es la razón de la escalada verbal respecto del régimen norcoreano.

Al respecto de Oriente Medio, Trump ha dejado en manos de Rusia la situación en Siria, mientras su yerno se encarga de la eterna paz entre Israel y Palestina.

Tillerson parece perdido. El secretario de Estado, dicen, se quiere despedir en diciembre porque no consigue entender cuál tiene que ser su política internacional. De hecho, sigue manteniendo el mismo equipo en la Secretaria de Estado que el presidente Obama.

Sobre América Latina no hay más política que la migratoria, y ni siquiera ésta está clara. Y sobre Rusia no se sabe cuál será la reacción de la Casa Blanca a la decisión del Kremlin de expulsar a 750 diplomáticos estadounidenses de Moscú.

A partir de aquí, todo son cábalas. Agosto es tradicionalmente mes vacacional en el capitolio, aunque Trump ha amenazado a los congresistas con dejarles sin vacaciones. La cuestión es ¿para hacer qué? De momento no hay agenda hasta finales de mes. Pero nadie se atreve a hacer conjeturas. El presidente no ha anunciado que se vaya de vacaciones, o que, aun no estando en Washington, no vaya a trabajar. Su “otro trabajo” tiene que ver con Twitter, la red social que le sirve para comunicarse con millones de votantes y con su Administración.

La desazón es evidente. Mientras Trump solo parece preocupado por las famosas filtraciones y las descalificaciones a los medios de comunicación, lo único tranquilizador es que se demuestra, una vez más, que las Instituciones en Estados Unidos son fuertes e independientes, y que por mucho que el presidente quiera, los contrapesos funcionan. La gran cuestión es ¿hasta cuándo?